¡Amarse de verdad vale la pena! Compensa todas las penas. Las perfora y desinfla. Las sobrevuela y supera. Las penas son penas, sí, y duelen. Pero son ocasión de unirnos más real y fuerte, más profundo y vivo. Unidos las “toreamos” todas.
Fragmento Original
“Después de haber sufrido y luchado juntos, los cónyuges pueden experimentar que valió la pena, porque consiguieron algo bueno, aprendieron algo juntos, o porque pueden valorar más lo que tienen” (La alegría del amor, n. 130)
Comentario
La vida matrimonial es un desafío glorioso. Quienes llevamos más de treinta y cinco años de matrimonio y podemos mirar hacia atrás, nos damos cuenta que amarse es lucha para que el amor viva y crezca, en vez de enfermar y agonizar. Sabemos que hay que renacer diariamente, que inventar, imaginar, crear aquello que da vida al amor; y, cuando fallamos, nos levantamos, lo antes posible, y empezamos de nuevo.
Esta lucha gozosa, sin aquella paz, fuerza y alegría de fondo, que nos damos el uno al otro en confianza íntima, es difícil. Pero cuando los dos estamos en ello, acompañándonos y animándonos uno al otro, podemos disfrutar esa alegría del amor, de la que habla el Papa Francisco, incluso cuando el bienestar o el placer se acaban, o cuando llegan problemas y dificultades. Esa paz y alegría de fondo vence, cuando el deseo posesivo y las ganas de vencer o de dominar surgen. Lo hace inspirando calma, ternura, paciencia, mirada más allá del minuto presente y peligroso.
Quien no tiene amados, no sufre por nadie, sólo por sí mismo. Quien ama a sus seres queridos, aprende a gozar sus alegrías y a sufrir sus dolores como cosa propia. Quien ama deja de estar ensimismado consigo mismo. La familia, por los amores que en ella se viven, es la grande y primera escuela para no vivir ensimismado, sino pendiente de los seres queridos.
La mirada amorosa de los amadores lo dice todo. Esa mirada refleja la contemplación del otro y su aceptación incondicional. Cuando los años pasan se siente la alegría del trabajo bien hecho, del bien compartido, la gratificación de nuestra unión viva. Las penas duelen, sin duda. Pero afrontadas juntos, son las ocasiones realistas para unirse más. Y cuando juntos lo hacemos, en vez de cada uno por su cuenta o desunidos, entonces nuestro amor se hace más hondo, más fuerte, más real y más vivo. Podemos decir juntos: ¡valió la pena! ¡todas las penas!