En la navegación del matrimonio no pueden faltar el coraje, el buen humor y la unión, aún en medio de oleajes y ventiscas.
Fragmento Original
“En el matrimonio conviene cuidar la alegría del amor. Cuando la búsqueda del placer es obsesiva, nos encierra en una sola cosa y nos incapacita para encontrar otro tipo de satisfacciones. La alegría, en cambio, amplía la capacidad de gozar y nos permite encontrar gusto en realidades variadas, aun en las etapas de la vida donde el placer se apaga. Por eso decía santo Tomás que se usa la palabra «alegría» para referirse a la dilatación de la amplitud del corazón. La alegría matrimonial, que puede vivirse aún en medio del dolor, implica aceptar que el matrimonio es una necesaria combinación de gozos y de esfuerzos, de tensiones y de descanso, de sufrimientos y de liberaciones, de satisfacciones y de búsquedas, de molestias y de placeres, siempre en el camino de la amistad que mueve a los esposos a cuidarse: «se prestan mutuamente ayuda y servicio» “(La alegría del amor, n. 126)
Comentario
Si la predilección hacia uno mismo, buscando siempre satisfacerse, se reemplaza progresivamente por la predilección por el cónyuge, de manera que sus alegrías son las propias, y sus penas son las mías, entonces sí que nos hemos abierto el camino del amor auténtico. Habremos dejado atrás el uso de los demás para satisfacción de uno mismo, que es lo contrario del amor verdadero y bueno.
Dilección hace referencia al amor honesto y respetuoso. Cambiar la predilección propia, salir de uno mismo, de los egoísmos, y mirar lo que quiere el cónyuge, lo que prefiere el cónyuge, lo que le gusta, lleva al olvido de uno mismo por la alegría de buscar por amor el bien del cónyuge. En lo fáctico esto significa ceder con alegría en lo cotidiano y cuidar de no ofender a Dios, porque un matrimonio que se aleja de Dios difícilmente persevera. El amor conyugal es una participación del Amor de Dios impresa en la potencia de unión íntima y fecunda que hay entre el varón y la mujer.