La mirada del amor

La mirada del amor

César Chinguel

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El corazón que ama es cálido, paciente y compasivo. Te da su mano para levantarte. El corazón duro no ama. Es un pedazo de hielo. Aprovecha tus defectos para condenarte.

Fragmento Original

Tener paciencia no es dejar que nos maltraten continuamente, o tolerar agresiones físicas, o permitir que nos traten como objetos. El problema es cuando exigimos que las relaciones sean celestiales o que las personas sean perfectas, o cuando nos colocamos en el centro y esperamos que sólo se cumpla la propia voluntad. Entonces todo nos impacienta, todo nos lleva a reaccionar con agresividad.

Si no cultivamos la paciencia, siempre tendremos excusas para responder con ira, y finalmente nos convertiremos en personas que no saben convivir, antisociales, incapaces de postergar los impulsos, y la familia se volverá un campo de batalla. Por eso, la Palabra de Dios nos exhorta: «Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad» (Ef. 4,31). Esta paciencia se afianza cuando reconozco que el otro también tiene derecho a vivir en esta tierra junto a mí, así tal como es. No importa si es un estorbo para mí, si altera mis planes, si me molesta con su modo de ser o con sus ideas, si no es todo lo que yo esperaba.

El amor tiene siempre un sentido de profunda compasión que lleva a aceptar al otro como parte de este mundo, también cuando actúa de un modo diferente a lo que yo desearía. (La alegría del amor, n. 92)

Comentario

Por amor los amantes contemplan con ternura la verdad íntima de cada uno. El amor hace que hagan suyos sus virtudes y defectos.  Alegrías y penas del amado se viven como si fueran la propia vida. La mirada del amor ve una realidad distinta a la mirada indiferente y fría. La realidad que ve el ojo amoroso es la intimidad del amado. Una escena más real y profunda.

A veces, con el transcurrir de los años, aparentes defectos se ven con otros ojos, se comprende que no eran tan graves como se percibía en los primeros años de matrimonio.  Incluso, algunas veces ocurre que se descubre que eran virtudes. Amarse trae esas experiencias de mejor y más profunda acogida y aceptación íntimas. El acoger sin condiciones a la persona amada genera paz interior y tranquilidad para ver los propios defectos y, precisamente por amor, trabajar en ellos para entregarse mejor a la persona que se ama. Y ese trabajo de mejora, gracias al clima de amor, goza de paciencia, no es intransigente y tenso, alegra en vez de amargar, se hace con ilusión, pese a las podas y abnegaciones. El amarse pone una gota de miel…que tiene más poder que mil litros de hiel.

Temáticas: Amor conyugal