El amor verdadero

El amor verdadero

Mariela Briceño

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El que ama no invade, no atropella, no coacciona, no asfixia al amado. Disfruta dejándole ser quien es y ayudándole a crecer en lo mejor de sí. Los que se aman respetan los espacios y tiempos de cada uno.

Fragmento Original

“El amor, cuando es más íntimo y profundo, tanto más exige el respeto de la libertad y la capacidad de esperar que la otra abra la puerta de su corazón” (La alegría del amor, n. 99)

Comentario

El amor conyugal es el amor más íntimo y profundo. La libertad y la gratuidad envuelven este amor. ¿Qué significa eso? Que el amor –el don íntimo y auténtico de una persona- no puede conseguirse por la fuerza, con violencias, ni mediante el oro y la plata. Quien ama no se hincha, ni busca dominar y someter. En el amor verdadero, el grande es humilde, sirve, comprende, cuida y protege.

En la vida familiar no cabe el dominio de uno sobre los otros. ¿Por qué?  Porque una familia sana no se rige por el poder del más fuerte, ni por la utilidad o provecho con que se usarían unos a otros. Esas son falsas “familias” donde el débil o el inútil –como los niños, enfermos y viejos– son cargas que rechazan. La familia verdadera se rige por las leyes del amor. Por eso, en las buenas familias, lo valemos todo desnudos de todo, con acogida incondicional por el sólo título de ser quien eres: éste cónyuge, padre o madre, hijo, hermano, abuelo, nieto.

¿Qué me han enseñado mis errores, defectos e inexperiencias?

Que la amabilidad, el esforzarnos por no actuar con rudeza en el día a día, la cortesía para con el otro, el mantener un ambiente de buen humor, en vez de patético y dramático por cualquier cosa…son alimentos esenciales de la vida amorosa.

Que no hay que escatimar, sino abundar en gestos y palabras de aliento que reconforten, fortalezcan, consuelen y estimulen. La alegría de amar, bien entendida, no es andar superficialmente eufóricos, quizás hasta siendo hipócritas y falsos. Se trata de la alegría interior, de fondo, la que nos impulsa a darnos y a acogernos entre los esposos, en cualquier circunstancia, incluyendo los momentos de preocupación, cansancios y rutinas. Este ambiente de amabilidad, como atmósfera constante, permite respetar la libertad, los momentos oportunos, los tiempos y espacios que necesitan nuestros amados. Y esperar, sin impaciencias y atropellos, que el otro esté, por él mismo, en disposición de abrirnos su corazón.

Temáticas: Amor conyugal