¿Qué amor los hijos quieren disfrutar en su hogar? ¿Cuál les da más seguridad? Que sus padres, como pareja, se amen mucho, fieles entre sí, siempre juntos.
Fragmento Original
“Después del amor que nos une a Dios, el amor conyugal es el más íntimo. Donde puede vivirse una máxima amistad. Es una unión que tiene todas las características de la buena amistad: búsqueda del bien del otro, reciprocidad, intimidad, ternura, estabilidad, y una semejanza entre los amigos que se va construyendo con la vida compartida. Pero el matrimonio agrega a todo ello una exclusividad indisoluble, que se expresa en el proyecto estable de compartir y construir juntos toda la existencia… … quien está enamorado no se plantea que esta relación pueda ser sólo por un tiempo… … no está pensando en algo pasajero… los hijos no sólo quieren que sus padres se amen, sino también que sean fieles y sigan siempre juntos…” (La alegría del amor, n. 123)
Comentario
La unión amorosa de sus padres, que es el origen genealógico, es la fuente de equilibrio y seguridad afectiva de los hijos. El cimiento de su identidad y crecimiento personal. La escuela donde aprenderán a amar.
La vida matrimonial implica un esfuerzo de ambos, varón y mujer para crecer constantemente en el amor conyugal, compartiendo todo en común, comunicando dos vidas en una sola vida, la nuestra. No es fácil, pero es posible. Tiene sus dificultades, pero vencerlas es bueno, excelente. Para los cristianos, hay una ayuda extraordinaria: las fuerzas especiales que requiere el ser y crecer como unión amorosa, que los teólogos llaman gracias apropiadas al “estado matrimonial”; y las misericordias, que son luces e impulsos para superar roces, rutinas y heridas, mediante la apertura a la reconciliación y el perdón mutuos.
En el documento, el Papa Francisco nos plantea la importancia de cuidar la alegría del amor, que se puede vivir aun en medio del dolor. En la vida conyugal el amor debe manifestarse y crecer en detalles. Pequeñas grandes ocasiones que trae a cientos la vida corriente, la ordinaria del cada día. El crecimiento de la unión conyugal, en la que dos son como uno, no se hace cada cual, por su cuenta, sino juntos, ayudándose mutua y recíprocamente. En ese combate por su unión, los esposos tienen la ocasión de abrirse a un escenario fascinante, que es su amistad. Una especial amistad de camaradas íntimos. Y esta unión, con su lucha por conservarse y restaurarse, es un enorme bien que se proyecta a sus hijos y a la sociedad.