Cada uno de los seres humanos —tú mismo— fuiste creado por un acto singular de amor de Dios y destinado a amar. Los esposos, al engendrar cada hijo, participan directamente de la voluntad creadora y amorosa de Dios sobre cada persona.
Fragmento Original
“… porque la capacidad de generar de la pareja humana es el camino por el cual se desarrolla la historia de la salvación.” (La alegría del amor, n. 11)
Comentario
Sólo cuando reconocemos que Dios lleva a cabo su acción salvadora sobre la humanidad a través de la familia y de los hijos podemos llegar a comprender en profundidad el mal intrínseco del aborto. Es robarle la vida a un ser humano concebido, ya con su existencia viva, al que con violencia privamos de la experiencia de vivir y amar a sus padres, hermanos, abuelos, y a sus propios hijos y nietos. Borramos su presencia entre los seres humanos, su capacidad de vivir sus propias historias de amor, su impronta, con tantas personas a quienes conocer y con las que convivir.
El aborto intenta privar a Dios de sus hijos y de sus vidas. Es decir, intenta evitar que Dios sea Padre, Amor fiel e incesante, que da la vida, la cuida y la acoge. Es la mayor corrupción de la paternidad y maternidad humanas, que mata al más inocente e indefenso, traicionando al hijo que se confía al amor, protección y cuidado del seno materno. Pero ningún padre ni madre homicidas puede impedirle a Dios ser Padre de los niños no nacidos. El que los amó desde siempre, también los acoge para siempre en el cielo.