Relación amorosa abierta a la presencia de Dios

Relación amorosa abierta a la presencia de Dios

Renata Coronado

EspañolEspañol | English English

Hay una Persona que transforma nuestro amor y le infunde vida nueva. Lo hizo en Caná de Galilea. Lo sigue haciendo con todos los esposos que se lo piden.

Fragmento Original

“El alimento de la Eucaristía es fuerza y estímulo para vivir cada día la alianza matrimonial como “iglesia doméstica”.” (La alegría del amor, n. 318)

Comentario

Este texto del Papa Francisco me recuerda mucho aquellas palabras de mi madre: “si una relación amorosa no está abierta a Dios, difícilmente sobrevivirá su amor”.

A veces creemos que la fuerza del amor que uno siente por el otro es suficiente para mantenerse unidos para siempre. Creemos que el amor es distinto de sus amantes. Nos olvidamos de cuantos defectos, inexperiencias y errores cometemos. Cuántas parejas se casan por la Iglesia y luego de ese gran día no vuelven nunca más. Tenemos que superar esa idea equivocada de que vivir nuestra fe nos hace la vida aburrida, cuando Dios lo que más quiere es llenarnos de felicidad y ayudarnos a mantenernos unidos y fieles a la persona que amamos. Para eso debemos dejar de creer ingenuamente que nuestras solas fuerzas bastan y sobran. Juntos como esposos, hay que pedirle a Jesucristo, en la Eucaristía, que acompañe nuestro matrimonio y obre en nuestro amor el milagro de crecer siempre más vivo. El milagro de Caná de Galilea: el mejor vino o amor para nuestros amores agotados.

La verdad es que necesitamos alimentarnos de la fuente del amor mismo. Para eso se quedó Jesús en la Eucaristía. Para alimentarnos y fortalecernos en el amar mediante la participación en su misma alma y cuerpo de Amador. Y esta no es solo una frase bella y abstracta, porque quien tiene a Dios y quiere alimentarse de la Eucaristía, cambia su vida, mejora en sus defectos, crece y lleva este amor, incesantemente renacido, a su vida ordinaria con sus familiares y amigos.

Ama y haz lo que quieras, dijo San Agustín. Cuando prefieres el bien de quien amas a tu propia satisfacción, entonces ese amor se transforma en buenas acciones. Es lo que Dios pide a nuestro corazón para trascender sus egoísmos. Y nos ayuda a lograrlo.

Temáticas: Espiritualidad