El amor en la vida cotidiana

El amor en la vida cotidiana

Rosario García Naranjo

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Dios está presente en la vida cotidiana de cada familia. Siente esa cercanía. Escucha su inspiración. Ve la luz que te ilumina cada situación concreta.

Fragmento Original

“La presencia del Señor habita en la familia real y concreta, con todos sus sufrimientos, luchas, alegrías e intentos cotidianos. Cuando se vive en familia, allí es difícil fingir y mentir, no podemos mostrar una máscara. Si el amor anima esa autenticidad, el Señor reina allí con su gozo y su paz. La espiritualidad del amor familiar está hecha de miles de gestos reales y concretos. En esa variedad de dones y de encuentros que maduran la comunión, Dios tiene su morada. Esa entrega asocia “a la vez lo humano y lo divino”, porque está llena del amor de Dios. En definitiva, la espiritualidad matrimonial es una espiritualidad del vínculo habitado por el amor divino.” (La alegría del amor, n. 315)

Comentario

Dios está cerca en cada momento del día en la vida de las familias, en la vida de cada miembro de la familia. Está cerca de los hijos mientras estudian o hacen deporte, está cerca del padre mientras está en la oficina o ayuda en los quehaceres de la casa, está cerca de la familia pendiente del abuelo enfermo, del yerno que se quedó sin trabajo, de la madre cuando cocina o hace dormir a los hijos.

Te pongo un caso que he vivido. Parece pequeño, como todo lo corriente. Pero esconde la inspiración del Espíritu sobre lo cotidiano. Milagros y Gustavo tienen cuatro hijos. Dos de ellos estudian en el colegio y los dos mayores en la universidad. Esto hace que los horarios de almuerzo y de comida sean muy dispares. Un día Gustavo llegó a la casa más temprano que de costumbre y observó que Milagros salió a recibir a sus hijos menores que llegaban del colegio. Les acompañó a almorzar mientras les pedía que le contaran cómo les había ido en el día. Un poco más tarde llegó de la universidad otro de sus hijos. Milagros igualmente le acompañó a almorzar mientras conversaba con él sobre su día. Por último, llegó el mayor de los hijos y Milagros repitió lo que había hecho con los otros: le acompañó a almorzar y conversó con él. Al final del día Gustavo hizo este comentario a Milagros: “me he dado cuenta que has ido a saludar a cada uno de los chicos, les has acompañado y has conversado con él. En eso se te ha ido toda la tarde”.  Milagros le respondió: “sí, acompañarlos y conversar con cada uno parece poca cosa, pero no es así. Cada vez que recibo a mis hijos y que los acompaño y converso con ellos les estoy diciendo sin palabras “me importas. Te quiero. No se me ha ido, como perdida, toda la tarde, sino que es el tiempo mejor empleado, lo mejor que pude hacer por la tarde porque el amor a nuestros hijos y el amor en nuestra familia está hecho de estos pequeños gestos que hacen que el cariño entre nosotros crezca.”

 

Temáticas: Espiritualidad