La lógica del amor

La lógica del amor

Paul Corcuera

EspañolEspañol | English English

En familia, la lógica del amor supera cualquier otra lógica. ¿Por qué? Porque sólo la mirada amorosa penetra hasta la intimidad desnuda de cada persona y la estima de forma incondicional aquí y ahora, y siempre.Esa mirada amorosa sólo existe dentro de la familia. Es radicalmente diferente de las lógicas del poder, la sociedad o el mercado, que son la mayor fuerza, utilidad, provecho y lucro.

Fragmento Original

“En la vida familiar no puede reinar la lógica del dominio de unos sobre otros, o la competición para ver quién es más inteligente o poderoso, porque esa lógica acaba con el amor.” (La alegría del amor, n. 98)

Comentario

En una empresa comercial o de producción suele primar la lógica del interés por la presión de logro de resultados en el corto plazo, o por el cumplimiento de metas y objetivos. Las personas se consideran importantes en la medida en que faciliten o dificulten la obtención de los resultados. De esa manera se pueden tomar decisiones sobre la conveniencia de contar o no con diversos profesionales; las contrataciones, evaluaciones, despidos son realidades muy frecuentes en el mundo empresarial.

Gracias a Dios, la familia exige una lógica distinta, que acoge –por amor real– a cada uno solamente por ser quien es. Por eso mismo, en familia, se cuida más a los más necesitados, frágiles, enfermos, débiles. Es la lógica del cariño incondicional, de la preocupación constante, del compartir las alegrías y las penas, del ayudarse mutuamente, de sufrir y gozar juntos la convivencia afectiva. Se puede evidenciar en los innumerables sacrificios que asumen de manera generosa los miembros de una familia.

No se nos ocurre pensar que los padres, por ejemplo, quieran más o solamente a los hijos mejor dotados o más hábiles para algunas funciones específicas. Es más, cuando un hijo se muestra más indefenso por temas de salud física, por alguna deficiencia, por alguna dificultad que lo afecta sentimental o afectivamente, es cuando más necesita ayuda y presencia física de los padres. Recuerdo, como experiencia propia, el caso de una madre de familia que tenía un hijo con síndrome de Down. Me pidió que le diera unas palabras de aliento. Se me ocurrió decirle que en el fondo su situación podría ser una bendición porque hacía que toda la familia se vuelque con el hijo necesitado y era una oportunidad de unir más a la familia.  Se lo dije convencido, sin ser un maestro en ello. Pero una intuición profunda, que me venía de querer amar bueno y verdadero, me decía que la acogida de ese niño con síndrome de Down –como de cualquier familiar que sufre una necesidad, un estado precario, una fragilidad–  es una ocasión de oro para aprender a querer mejor y para unir a toda la familia. Son ocasiones de “oro” porque cada una de ellas son “una persona real”, son un familiar nuestro.

Temáticas: Familia