No existen las familias perfectas. Existen familias que, por encima de defectos y limitaciones, se aman con locura y jamás se rinden.
Fragmento Original
“Doy gracias a Dios porque muchas familias, que están lejos de considerarse perfectas, viven en el amor, realizan su vocación y siguen adelante, aunque caigan muchas veces a lo largo del camino. A partir de las reflexiones sinodales no queda un estereotipo de la familia ideal, sino un interpelante «collage» formado por tantas realidades diferentes, colmadas de gozos, dramas y sueños.
Las realidades que nos preocupan en la vida matrimonial y familiar son desafíos. Oportunidades de amar y de transformarlas en más fuerte y honda unión. El amor tiene ese poder. No caigamos en la trampa de desgastarnos en lamentos autodefensivos, en lugar de despertar una creatividad misionera. En todas las situaciones, «la Iglesia siente la necesidad de decir una palabra de verdad y de esperanza […] Los grandes valores del matrimonio y de la familia cristiana corresponden a la búsqueda que impregna la existencia humana Si constatamos muchas dificultades, ellas son —como dijeron los Obispos de Colombia— un llamado a «liberar en nosotros las energías de la esperanza traduciéndolas en sueños proféticos, acciones transformadoras e imaginación de la caridad» “. (La alegría del amor, n. 57)
Comentario
Las familias viven la paradoja de tener que esforzarse para no ahogarse con las políticas públicas… supuestamente diseñadas para favorecer a la sociedad. La familia de fundación matrimonial, fiel y fecunda, navega hoy mares culturales y sociales muy contrarios. Algunas de estas políticas y culturas favorecen, e incluso animan a los matrimonios a sucumbir ante las dificultades. Esos son los tiempos en que mi esposa y yo vivimos nuestra unión y nuestra familia con los hijos.
Tenemos ya aquellos años de veteranía para descubrir cuán bueno es el realismo del amor verdadero. ¿Qué significa este realismo? ¿Por qué consuela y además nos da alas y fuerzas? Porque tenemos la experiencia vivida de que el matrimonio es un navegar a través de todas las circunstancias de la vida y del convivirnos. Bonanzas y tormentas. Perseverando. Sin rendirse. No hay matrimonios ni familias perfectas. Sí, las unidas porque se aman sin rendirse. Los matrimonios felices conocen el dolor, la necesidad, la angustia por los seres queridos, la muerte. El matrimonio se acrisola en la vida ordinaria, con las imperfecciones de los amantes, entregando lo mejor de sí al amado.
El matrimonio no es la negación a una serie de oportunidades vitales de los futuros esposos. Es sobre todo afirmación del uno al otro, un sí que se renueva cada instante, una historia de amor encarnada en personas imperfectas, llenas de defectos que, justamente por amor, pueden superarlos o no dejarse ahogar por ellos, construyendo la unión que vivifica la familia. No somos perfectos, nadie lo es. Por lo tanto, no nos amamos por perfectos, sino porque nos damos y nos acogemos con sinceridad, honradez y fidelidad. Y eso, sin rendirse nunca.