Dios tiene presente a mi familia. La acompaña con fidelidad constante. Dios tiene un mensaje para cada familia durante toda su historia: no sólo para los tiempos de sol y bonanzas, sino también para los tiempos de oscuridad, dificultades y sufrimientos.
Fragmento Original
“La Palabra de Dios no se muestra como una secuencia de tesis abstractas, sino como una compañera de viaje también para las familias que están en crisis o en medio de algún dolor, y les muestra la meta del camino, cuando Dios “enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor” (Ap 21,4)” (la alegría del amor, n.22)
Comentario
Dios acompaña a cada familia. Ninguna está a solas y olvidada. Lo hace seguro –tenle confianza-, pero lo hace a su modo. ¿Cómo así? Porque la mirada de Dios abarca todo nuestro futuro, que nosotros desconocemos, y su amor atiende toda nuestra necesidad de bienes verdaderos, que a veces ignoramos, tenemos equivocados o, tal vez, nosotros mismos hemos dilapidado.
Dios habla con alegría a las familias durante los tiempos serenos, de bonanza, de su historia y las anima a esforzarse por continuar así. A la vez, les habla con esperanza en las épocas de tormenta. No las relega al olvido, no se oculta de ellas. Las sigue mirando, más de cerca, con más ternura porque sabe que las familias que atraviesan esas épocas son las que más necesitan de esa mirada. Las mira para darles esperanza, para decirles que sientan cercana su presencia, con que El las sostiene. Les dice que pongan empeño en superar el temporal y que, si no se puede ahora y les parece que nunca, tengan la confianza que Él les dará mayores alegrías al abrirles puertas inesperadas y nuevas. Que el paso del temporal no es sólo riesgo de naufragio, sino más profundamente es una oportunidad para muchos y mayores bienes, entre otros, el de corregir defectos y vías de agua… y el de unirse más fuerte.
¿Cómo oír el mensaje de Dios a mi familia? ¿Cómo ver del mismo modo que Él nos mira? Teniéndole presente en mi interior y en el hogar, en vez de olvidado. Y amando mejor en familia. Entonces, nos brota adentro la luz tierna del Espíritu y su fuerza.