¿Tienes una familia que se ama? Tienes el mayor tesoro y de por vida.
¡Qué importante que valoremos nuestras propias familias! ¡Cuán valiosas son para sus miembros y para la sociedad! Son el único ámbito donde, por amor y desde el nacer al morir, cada uno de nosotros lo vale todo desnudo de todo. La familia nos humaniza porque nos educa, en cada momento de la vida corriente, como personas con virtudes y capaces de amar. Al hacerlo, desde el amor, los hogares familiares humanizan la entera sociedad.
Quiero fundar una familia que se ame. Quiero ese tesoro para mi vida. Tengo derecho a amar y ser amado/a como Dios manda. De verdad, con el corazón entero y sincero, con fidelidad, para toda la vida. ¿Por qué debería renunciar a este proyecto? ¿Por qué engañarme con un saldo barato?
Fragmento Original
“La educación de la emotividad y del instinto es necesaria… No implica renunciar a instantes de intenso gozo, sino asumirlos como entretejidos con otros momentos de entrega generosa, de espera paciente, de cansancio inevitable, de esfuerzo por un ideal. La vida en familia es todo eso y merece ser vivida entera.” (La alegría del amor, n. 148)
Comentario
La mejor escuela para educar nuestras emociones e impulsos es, sin duda, nuestra familia.
Un niño al que se le enseña que no puede esperar todo lo que exige en un determinado momento y es recompensado cuando acepta aguantarse está aprendiendo el valor de la espera y desarrollando su capacidad de ser paciente.
Al compartir entre hermanos los juguetes; la ropa; la comida, y en familia los distintos ambientes de la casa, estamos forjando espíritus generosos. El ayudar con las tareas del hogar nos vuelve más proactivos y colaboradores. Esto solo por mencionar algunos ejemplos.
En la vida familiar vivimos momentos de mucha alegría y felicidad cuando las cosas marchan bien, pero también afrontamos los momentos difíciles como cuando se ha enfermado el abuelo y lo llevamos a casa para cuidarlo, o cuando la situación económica amerita algunos ajustes en el presupuesto familiar y en nuestras diversiones del fin de semana. Esas experiencias, nos enseñan fortaleza ante las adversidades y sobriedad ante la escasez.
Aprovechar todas las circunstancias que se presentan en familia para educar el carácter dependerá mucho de los padres, acostumbrando a los hijos a no exigir y tener todo lo que piden a costa de llantos y berrinches, o enseñándoles a valorar y agradecer cuanto tienen, llevando a casa al abuelo enfermo para acompañarlo y cuidarlo, sin dejarlo pasar sus días, abandonado en un asilo, porque puede ser un estorbo para la comodidad del hogar.
Valoremos estas experiencias de gran calado humano. Gocemos de los momentos gratos y las circunstancias felices. Aprovechemos las inevitables contrariedades porque encierran mucha riqueza y potencial de crecimiento para cada uno y para nuestra familia. Una adversidad y una dificultad son, también, una oportunidad de aprender a ser mejores.