La comunicación íntima

La comunicación íntima

Paul Corcuera

EspañolEspañol | English English

La comunicación íntima entre los esposos, sobre todo la sexual, exige sinceridad y confianza.  Sin ella, los esposos no se conocen bien, pueden tenerse miedo, retraerse, esconderse y fingir, sin crear entre sí aquella íntima franqueza, segura expansión y compañía propias de la comunión conyugal.

Fragmento Original

“… la sexualidad debe ser una cuestión de conversación entre los cónyuges…” (La alegría del amor, n. 154)

Comentario

Aunque pueda sorprender, pues por ser esposos debieran tenerse profunda confianza, uno de los temas que suelen dejarse de lado en la comunicación conyugal es el referente a la intimidad sexual. Tal vez dieron por supuesto que es algo natural, espontáneo, que viene fácil y fluido, que no hace falta conversarlo. O, por el contrario, no se atreven, no se dan confianza, se temen y se esconden.

La experiencia demuestra que la falta de confianza en las relaciones sexuales puede ser una fuente de problemas en los matrimonios. ¿Cómo se gana la confianza?  Mediante actitudes abiertas y conductas positivas, cálidas y delicadas, que la construyen y aseguran. Experimentando la confidencia recíproca. Escuchándose las intimidades. Y evitando las que alejan e incomunican a los esposos, o les crean miedos, heridas, inseguridades y sufrimientos.

La base más elemental –a veces la más ignorada o dañada–  es el conocimiento, y acogida de la condición, afectividad y diferencias de la condición sexual del otro. Ocurren ignorancias, errores y simplismos enormes en este punto.

Un marido madura, como varón y esposo, cuando descubre, comprende y acoge a su mujer, en cuanto mujer y  a ésta en concreto y singular. Ella no es otro amigo del barrio, ni un objeto sexual, ni una doméstica que concibe hijos sin empleo ni sueldo, ni una niña tonta ante el espejo.  Y una esposa madura, como mujer y esposa, cuando conoce, comprende y acoge a su marido, en cuanto varón y a éste en concreto y singular. Él no es otra amiga íntima, ni la continuación de su padre, ni un cazador de dinero para la casa, ni la percha de la que colgarse para acomodarse en la vida, ni un bruto que sólo quiere una cosa, acostarse con ella.

Podríamos continuar con más tópicos, hasta el cansancio. Punto clave: dos esposos, si quieren amarse y tenerse íntima confianza, no pueden reducir su conocimiento a cuatro temáticas impersonales, siendo simplones y hasta ofensivos entre sí, donde cada uno queda desconocido y a solas. Este es el primer examen de conciencia: ¿La o le conozco? ¿Me doy a conocer lo que siento adentro?  ¿Le impido abrirse y confiarse?

Para conocerse es imprescindible aprender a conversar sobre ellos mismos, de su intimidad, de sus esperanzas e ilusiones, de sus inseguridades y recelos. Y de sus valores, creencia y conciencia. Hay que comunicarse los “adentros”, hacerse confidencia, siendo exquisitos en el respeto a la confidencia, abriendo esos espacios y tiempos en el hogar donde ellos se encuentran a solas, acogen al otro u otra en cuanto diferentes, se cuidan y ayudan. Y se escuchan, es decir, dejan hablar, manifestarse y ser al otro, en lo distinto que es y en las cosas que le gustan. Evitan manipularse, usarse, reducirse a tópico simplón, mentirse, defraudarse, descuidar la solicitud de compañía. El que ama no va “a la suya”, sino que atiende al otro. El buen amor inspira siempre.

La expresión más íntima del amor conyugal es la confianza y compañía, “enteras y sinceras”, en sus actitudes, conductas y convivencia.   ¿No es la cópula?  Desde luego que no, si carece de esa íntima confianza y compañía. En ese caso, un mero acto físico, vacío de alma, hecho rutina u obligación impuesta, es la más terrible experiencia de soledad y abuso, pues lo pésimo es la corrupción de lo óptimo. La relación sexual de los esposos es comunicación profunda cuando contiene y expresa confianza y compañía, cuando de veras, mediante la conjunción de los cuerpos, hay don y acogida entre las intimidades personales del marido y la mujer.