La mirada amorosa expresa, en su tierno silencio, mucho más que las palabras.
Fragmento Original
“ … Jesús, en su reflexión sobre el matrimonio, nos remite a otra página del Génesis, el capítulo 2, donde aparece un admirable retrato de la pareja con detalles luminosos (…) El primero es la inquietud del varón que busca “una ayuda recíproca” ( vv.18.20), capaz de resolver esa soledad que le perturba (…) La expresión original hebrea nos remite a una relación directa, casi “frontal” –los ojos en los ojos- en un diálogo también tácito, porque en el amor los silencios suelen ser más elocuentes que las palabras.” (La alegría del amor, n.12)
Comentario
Las miradas hablan distintos lenguajes. A través de la mirada manifestamos lo que tenemos en el corazón y lo ponemos en los ojos. Por eso, según lo que tengamos en el corazón, los ojos hablan distintos lenguajes. Hablemos de las miradas de amor. Cuando, al mirar a nuestros amados, cada uno de nosotros comparece íntimo y desnudo en sus ojos y es correspondido de la misma manera. Miradas a través de las cuales damos cariño al otro y el otro nos entiende y nos devuelve su cariño igualmente. Este diálogo en silencio cálido y tierno, a través de la mirada, es clave de amor. Señal infalible, signo sensible, contemplación inefable entre las intimidades, seguridad y serenidad del amor profundo.
Pensemos también que esas miradas manifiestan amor aun cuando la otra persona no se percata que la miramos. ¡Cuántas veces nuestros padres y abuelos nos han mirado así, irradiando en silencio su intenso amor, mientras de niños jugábamos, sin darnos cuenta, cuando volvíamos a casa de la escuela o de un viaje…! Seguro que ahora, cuando a su vez somos padres y abuelos, recordamos aquellas miradas recibidas en nuestra infancia y juventud, porque ahora son las mismas con las que miramos a nuestros hijos y nietos. ¿Qué es ser y tener familia? Sin duda, además de muchas cosas, es la experiencia entre generaciones de la mirada amorosa, tierna, acogedora… y silenciosa.