Amarse es conversar, abriendo la intimidad

Amarse es conversar, abriendo la intimidad

Mariela García

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El amor es diálogo de confianza entre intimidades. ¿Sobre qué? Sobre lo que, a nosotros, a nuestro amor y unión, le ha ocurrido en la navegación del cada día.

Amarse es conversar, contarse las cosas, abrirse la intimidad, hacer honor y ser leal a las confidencias, escucharse para comprenderse, cuidar la calidez del trato, prestarse atención, respetarse las diferencias. Son las maneras como el don y la acogida se hacen concretos y reales. Son experiencias de la predilección del uno hacia el otro. Generan la confianza y compañía íntimas.

Fragmento Original

“Tener gestos de preocupación por el otro y demostraciones de afecto. El amor supera las mejores barreras. Cuando se puede amar a alguien. o cuando nos sentimos amados por él logramos entender mejor lo que quiere expresar y hacernos entender. Superar la fragilidad que nos lleva a tenerle miedo al otro, como si fuera un “competidor”. Es muy importante fundar la propia seguridad en opciones profundas, convicciones o valores, y no en ganar una discusión o en que no den la razón” (La alegría del amor, n. 140).

Comentario

Amarse enteros y sinceros, hasta la muerte, supone una lucha, con esfuerzos y sin vacaciones, por mejorarse para darle al cónyuge, más allá de lo que le debemos en justicia, el mayor plus de nosotros mismos; y para acogerlo de manera tan amable y profunda que mi pareja se dé cuenta, se sienta reconocido, y viva lo importante que es para mí.

Quienes se aman se comunican su amor. No solo hablan de cosas de afuera. También del día a día de su proyecto de amor e íntima unión. Este diálogo frecuente, profundo y confiado entre los cónyuges, contribuye al crecimiento de su comunión. Les hace más capaces de reconocer la realidad del otro, de adivinarse las necesidades y carencias, para atenderlas y satisfacerlas mejor.

Hay síntomas infalibles de peligro. Basta con preguntarse ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que hablamos de cosas íntimas, de nuestro amor y unión? ¿Tengo miedo, desconfianza, desesperanza en contarle mi intimidad, en exponerle mis carencias afectivas, en confiarle mis expectativas decepcionadas? ¿Evitamos tratar de nuestra intimidad y amor, lo evadimos mediante conversaciones triviales, temas exteriores, cortesías sobre el clima, o mediante el silencio? ¿Si bordeamos alguna cuestión personal o íntima, caemos en la discusión y las recriminaciones? ¿Estoy en verdad dispuesta/o a darle lo que le estoy pidiendo, aquello que me falta y le recrimino, y dárselo generosamente, con renovada alegría, con cálida ternura, sin reproches, justificaciones ni cicaterías?

¡Que levanten la mano los que estén libres de peligros, ajenos al barro de que está hecha la naturaleza humana! ¡Atención! Si ya hay focos de fuego, tomad ambos los extintores. Están a tiempo, si juntos apagan el incendio. Tal vez, uno antes que el otro, el uno que arrastra al otro, pero al fin juntos. Y valdrá la pena.

La consolidación del amor mutuo reclama que ambos se manifiesten abiertamente, sin miedos, rivalidades y complejos. A solas y en su momento oportuno. Tal vez, la noche se inventó para los esposos. Cuando la confianza entre ambos se practica y se hace vida vivida, cuando la cuidamos con leal fidelidad para evitar que se desmorone, cuando no dejamos que pase la noche sin reparar los roces y arañazos del día, cuando ambos nos acogemos, en vez de darnos la espalda aferrados a nuestras razones particulares, cuando nos demostramos que, pese a tantos defectos, vivimos el compromiso de conservar vivo nuestro amor y ninguno, por aferrarse a sus razones,  se permite ponerlo en peligro,  entonces  la comunicación íntima fluye fácil, el hacerse receptivos rompe rutinas, se crean fascinantes escenarios de complicidad, y la compañía mutua se hace profunda y fuerte. Ambos sienten vivir que se “tienen”, que son el uno del otro. Y eso es la confianza y la compañía íntimas de la unión entre esposos.