Enemigo del amor es el reloj. El amor no sabe de prisas. Necesita tiempo para acoger con calma. Con aquella calma, serena e intensa, que dice al amado: en este momento ¡no hay nadie más que tú! ¡Aquí estoy! ¡Aquí me tienes! ¡Sólo para ti!
Fragmento Original
“El amor necesita tiempo disponible y gratuito, que coloque otras cosas en segundo lugar. Hace falta tiempo para dialogar, para abrazarse sin prisa, para compartir proyectos, para escucharse, para mirarse, para valorarse, para fortalecer la relación. A veces el problema es el ritmo frenético de la sociedad, o los tiempos que imponen los compromisos laborales. Otras veces, el problema es que el tiempo que se pasa juntos no tiene calidad. Solo compartimos un espacio físico, pero sin prestarnos atención el uno al otro.” (La alegría del amor, n. 224)
Comentario
Les cuento un caso. No insólito. Cada día más frecuente. Elena va a la consulta y cuenta. Desde hace unos meses casi no converso con Carlos. Al levantarse me dice un “buenos días” de rigor con el celular en mano y va viendo los mensajes o correos que le han llegado. Varios días a la semana no viene a almorzar porque los tiene de trabajo y negocios. Durante el día no hablamos, salvo cuando me llama para darme algún encargo o preguntarme por algún asunto pendiente. Llega por la noche y cena con el celular a la mano. Generalmente recibe llamadas que atiende. Además, va viendo los mensajes. Murmura un “disculpa” de por medio. Una automática cortesía vacía. Nos ponemos a ver la televisión y sigue viendo mensajes. Cuando quiero hablarle de algo importante, siento que no me escucha o que está esperando a que termine para ver su celular. No quiero que las cosas se queden como están. Nos estamos volviendo un desierto seco. Le he pedido que hablemos”.