¿Cuándo amar me da fruto? Cuando no es una doctrina en mi mente, sino vida vivida cada día con mis prójimos.
El amor vivido es valiente, humilde, y ejemplar. Tus convicciones sobre la verdad del amor, del matrimonio y de la familia son bla, bla, bla –incluso hipocresía que hace daño y ahuyenta- si no son ejemplo vivido en tu propia familia. El ejemplo antes que el discurso. En el ejemplo vivido está la valentía. En el testimonio del amor y del matrimonio, auténticamente vividos, su fuerza de irradiación.
Fragmento Original
“Los cristianos no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual, para estar a la moda, o por sentimientos de inferioridad frente al descalabro moral y humanos. Estaríamos privando al mundo de los valores que podemos y debemos aportar. (…) Nos cabe un esfuerzo más responsable y generoso, que consiste en presentar las razones y las motivaciones para optar por el matrimonio y la familia, de manera que las personas estén mejor dispuestas a responder a la gracia que Dios les ofrece”. (La alegría del amor, n. 35)
Comentario
Todo ejemplo de amor, que vivas de verdad, aún el más escondido y minúsculo, es una semilla viva que fructifica siempre a su tiempo en alguien, incluso en quien no conoces. ¿Por qué? Porque el amor es vida y el amar vida vivificante. Que el amar sea Vida que da vida…, no es poesía, ni retórica, ni bello caldo mental. Es una directa manifestación del poder del Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo, que es el gran dador de vida.
Cuando amas en la vida real y ordinaria, cuando infundes amor en tu matrimonio y en todos tus vínculos familiares, tú te haces íntimo cómplice del Espíritu. Entonces, es cuando más eres imagen y semejanza de Dios mismo. Tu ejemplo vivido, aún el más humilde y recóndito, adquiere un colosal poder de fecundidad. Esta es la confianza y la valentía del cristiano. Su vacuna contra la cobardía, el miedo y la tibieza.
Prueba a mejorar tu amor y lo verás. Probablemente, el primer fruto será cierta poda de ti mismo…, que te hará más verdadero amador.
Nuestro ejemplo como familia es la mejor semilla y escuela. Que los rasgos del cristiano que tenemos dentro salgan a la luz de forma tan valiente como humilde, sin necesidad de acudir a la retórica ni a la fuerza. Que se pueda comprender la verdad y bondad humanas, que anima el concepto cristiano de familia, a través de nuestro propio patrón de comportamiento: como esposos, como padres, como hijos. El deseo de imitar lo que admiramos, porque lo vemos vivir de veras en el cada día y experimentamos sus frutos de amor y de unión, adquiere una profunda y sencilla fuerza de irradiación.
Cualquiera de nuestros actos amorosos, en especial los vividos en la abnegación, el sacrificio y la entrega generosa y desinteresada, tiene el maravilloso potencial de la verdad, de la bondad y de la belleza de la familia. Todos tienen, adentro, el anhelo de ser amados incondicionalmente, toda su vida, con leal fidelidad, sin engaños, ni traiciones. Y ese anhelo, especialmente en esta sociedad actual repleta de vacíos y soledades, es el que ha de encender el ejemplo de amor vivido de nuestras familias.