La comunión de amor de las personas divinas –la Trinidad– es imagen y semejanza de la comunión de personas en una familia. Es en esa relación eterna en la que hay que buscar luz y fuerza para cada uno de nuestros amores familiares.
Fragmento Original
“Hoy podemos decir también que la Trinidad está presente en el templo de la comunión matrimonial.” (La alegría del amor, n. 314)
Comentario
La familia es reflejo de la Santísima Trinidad. El “Nosotros” de Dios Trino es el referente originario y radical del “nosotros” del matrimonio y de la familia. Reflejo de un Dios que no es soledad sino comunión de personas, en el que el amor es elemento constitutivo. Solo por amor puede haber creado libres a los hombres con una capacidad de decirle que no; es el misterio de la libertad que puede llevar al misterio del pecado. ¡Dios sabe más! Solicita la libertad y la gratuidad de nuestro amor de correspondencia. No le vale un “amor” forzado, coaccionado, impuesto…, porque no es amor, sino sometimiento y esclavitud.
Cada familia, cuando vive la fidelidad y la comunión propia de las personas que la integran, reflejan el amor trinitario hacia el ser humano, varón y mujer. Como esposos, padres y madres, hijos y hermanos, abuelos y nietos. Nuestras identidades más íntimas son vínculos de amor. Están gritándole al mundo que la unión de amor es posible en el matrimonio y en la familia. Aún más, el amarse es la fuente de su verdad, confianza y compañía íntimas, y de su fecundidad procreadora.