El desafío del amor conyugal

El desafío del amor conyugal

César Cáceres

EspañolEspañol | English English

Solamente entre un varón y una mujer puede construirse una íntima comunión de amor y de vida, que contenga completa la potencia de unión y de genealogía que hay en la sexualidad humana. Porque solamente en la unión entre varón y mujer hay la potencia de engendrar los hijos propios, los realmente “nuestros”: de la misma carne y sangre. Porque cada hijo, en cuanto persona única e irrepetible, pide originarse en el amor de la unión conyugal entre su padre y su madre.

Fragmento Original

“Atravesemos entonces el umbral de esta casa serena, con su familia sentada en torno a la mesa festiva. En el centro encontramos la pareja del padre y de la madre con toda su historia de amor. En ellos se realiza aquel designio primordial que Cristo mismo evoca con intensidad: «¿No habéis leído que el Creador en el principio los creó hombre y mujer?» (Mt 19,4). Y se retoma el mandato del Génesis: «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne» (2,24)”. (La alegría del amor, n. 9)

Comentario

Nos reconocemos y nos vivimos como hijos, padres, madre, hermanos, abuelos… no por una simple conexión biogenética, sino por los varios amores que anidan en lo más íntimo de compartir, como familia, la misma carne y sangre. Cuando esa unión indisoluble y definitiva entre biología genealógica y unión conyugal –entre carne y amor– no se da… se introduce un principio de desunión en la misma estructura nuclear del proyecto familiar, que se manifestará en su vivir con partes incompletas o, incluso, contradictorias de sus relaciones.  Eso ocurre, por ejemplo, cuando en la estructura nuclear, por una libre decisión, no hay padre, sino dos “madres”, o no hay madre, sino dos “padres”, ni progenie natural y conjunta entre los verdaderos padre y madre.

Siendo un desafío la navegación, en los mares y pleamares de la vida, de una familia fundada en el matrimonio –la unión de este varón y esta mujer–, la ausencia de auténtica unión conyugal hace más difícil esa navegación, porque el navío es menor y más frágil, como la experiencia histórica demuestra.

Cada día que pasa, agradezco a Dios la familia y los amigos que me ha dado. No faltan los apremios y las contrariedades. Sin embargo, todos nos sentimos en sacar adelante la familia. He podido aprender de cada uno, de su experiencia, de sus aciertos y de sus fracasos. Con todo ello he podido concluir que hay que estar preparados y muy preparados. Agradezco haber tenido los recursos para formarme y formar a los que me rodean. Mi esposa es muy firme en sus ideales y el avance de nuestra familia se lo debemos en gran parte a ella. Sin embargo, sé claramente que el matrimonio y la familia es un desafío de esposo y esposa.  Un reto fascinante. Y para esto, hay que vivir la experiencia del ser un único nosotros. Si se vive esta unidad –“y serán los dos una sola carne” –, la casa será un hogar cálido y sereno, donde todos estarán sentados en “la mesa festiva”.

Temáticas: Filiación