Eres una persona; lo vales todo

Eres una persona; lo vales todo

Pedro Juan Viladrich

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No eres un producto, eres un proyecto. No cosa, sino persona. No aislado, sino en familia. Y una persona es el único ser con un corazón capaz de lo más bello, grande, atractivo y necesario. Capaz de amar: de darse y acoger en sí, entero, sincero, con ternura.

Fragmento Original

“Ante las familias, y en medio de ellas, debe volver a resonar siempre el primer anuncio, que es ´lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario´… Nuestra enseñanza sobre el matrimonio y la familia no puede dejar de inspirarse y transfigurarse a la luz de este anuncio de amor y de ternura, para no convertirse en una mera defensa de una doctrina fría y sin vida” (La alegría del amor, n.58 y 59).

Comentario

Toda crisis esconde una luz, la de sus causas y, por tanto, de sus soluciones. También la crisis contemporánea del matrimonio y la familia. ¡Atención! si me lo permitís. No hablo de la crisis institucional, ideológica, doctrinal…; es decir, externa. Hablo de la crisis personal de tantas parejas –con o sin hijos– que fracturan sus lazos íntimos, pierden su amor, rompen su hogar.

Cuesta mucho cambiar el chip mental que el texto de La alegría del amor propone. La cuestión radical, la principal, hoy es el reencuentro personal –de cada uno de nosotros– con nuestro singular corazón amoroso, tierno, afable, dando y acogiendo incondicionalmente, dentro del hogar, a nuestro cónyuge, entre padres e hijos, entre hermanos, entre nietos y abuelos. La crisis es de nuestro concreto modo de amar. Amamos poco, amamos mal. Deja de obsesionarte con el escenario social, político y cultural externo. No sea que te funcione como una venda que te impide ver que, en casa, lo que falta es amarnos mejor.

Hay que recuperar la puntería, identificar el centro de la diana. Deja lo institucional y externo, y apunta adentro de tu propio hogar.

Me he encontrado demasiadas veces con casos en los que una parte –un cónyuge, un padre, menos las madres– cree que “cumple” con sus “amados” porque ante ellos, a veces con maneras dominantes, frías, hoscas y repletas de reproches, ha sostenido una doctrina, por ejemplo, lo que el sujeto en cuestión llama la indisolubilidad, el sacramento, o la fidelidad o el deber de tener hijos…. Esas actitudes dominantes, duras y tan racionales, amén de contener en muchos casos algunos severos errores, pueden ser una mera “doctrina fría y sin vida”. ¿Cuándo ese peligro? Cuando se predican dogmas doctrinales desde una vida conyugal y familiar vivida sin amor verdadero, con un corazón duro, frío, seco, de juez y fiscal implacables, con un trato que es “maltrato” porque manifiesta una voluntad de dominio mediante gritos, insultos, humillaciones, menosprecios, condenas a las personas.

La crisis del matrimonio y de la familia se termina aumentando la calidad y verdad de nuestros concretos amores familiares. Es decir –y para no ser abstractos–, cuando cada uno de nosotros transforma su corazón, lo abre y lo abniega en el hogar, y empieza a mejorar el grado de su entrega y acogida a los demás, con los tonos que son los propios del amar verdadero: el respeto, la alegría, la ternura, su dulzura, afabilidad y calidez, su misericordia a favor de cada persona en singular.

¿Eres de los padres o madres que, para amar, están a la espera de que sus hijos les amen? ¿Eres de los cónyuges que, para amar, están a la espera de que el otro lo haga?  No cometas el grave error de transferir culpas. De decirte que si no eres amoroso y tierno es por culpa de los demás. No te consientas esa parálisis interior.  Es una astucia de tu egoísmo y tacañería. Ama y persevera…, verás que milagros produce en tu hogar.

Prueba. Siéntate a solas con tu marido o mujer. Hagan la promesa de vivir esa complicidad, haciendo las paces. Veréis como los rescoldos vuelven a encenderse en vuestro hogar. Los padres que, como esposos, irradian amor… renuevan a toda la familia. Y si podéis, poned al Espíritu Santo, el Amor mismo, de cómplice íntimo de vuestra conjura. Es especialista en inflamar corazones.