Discernimiento personal y pastoral

Discernimiento personal y pastoral

Rosario García Naranjo

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Cada persona es única. Su vida y sus amores también. Es una injusticia juzgarla y condenarla como si fuera un ente abstracto, un supuesto genérico. Cada persona, por serlo, tiene derecho a una consideración “personalizada” de su vida y circunstancias.

Fragmento Original

“Los divorciados en una nueva unión, por ejemplo, pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral.” (La alegría del amor, n. 298)

Comentario

Ángela y Alberto se casaron muy ilusionados. Tuvieron dos hijos. A los diez años de casados comenzaron a tener problemas cuando Alberto perdió el trabajo. Ángela encontró un empleo con una buena remuneración. Alberto, mientras tanto, se ocupaba de los trabajos de la casa y buscaba empleo. Cada vez eran menos frecuentes las entrevistas para posibles trabajos. Ángela le preguntaba todos los días si se había comunicado con alguna empresa. Ella comenzó a sospechar que Alberto había comenzado adoptar una posición cómoda: “no me contratan, qué voy a hacer. El sueldo de Ángela cubre los gastos de la casa. Así estoy bien”. Comenzaron las discusiones. Fueron haciéndose cada vez más frecuentes. Hasta que Alberto, enredado en una relación extraconyugal, decidió irse de la casa. Ángela siguió trabajando y sacando adelante a sus hijos con muchas dificultades. Han pasado cinco años. Alberto pidió el divorcio y ha contraído un segundo matrimonio. Alberto es de la mentalidad que los amores empiezan y terminan, y que en cada época de la vida necesitas una pareja diferente. La empresa donde trabajaba Ángela ha quebrado y ella está sin empleo.  Ha conocido a un viudo acomodado, sin hijos, que la invita a salir. Ella le ha pedido que deje de llamarla, temiendo que esa relación produzca conflictos con sus dos hijos. Pero necesita un amparo económico y social. Y se pregunta cómo es posible que ella se sienta casada, aunque abandonada, y en cambio Alberto, su ex, se entienda y viva como soltero”.

Discernir es personalizar el caso. Y el caso solicita examinar “en particular” si Alberto se casó real y válidamente. No vale la siguiente generalización y anonimato: “toda abandonada por un marido adúltero, si casó por la Iglesia, está indisolublemente casada”. Porque la situación real de Ángela y Alberto exige un examen personalizado. No sea que aquel consentimiento, dado en la boda, estuviera viciado y no fuera válido. Pues, por ejemplo,  quien al casarse no lo hace con expresa voluntad de entregarse y acoger a su cónyuge en forma entera, fiel y para toda la vida, sino hasta que le convenga o se enamore de otra persona, no se casa válidamente.