Amar sin rendirse nunca

Amar sin rendirse nunca

Mariana Stevenazzi

EspañolEspañol | English English

El amor es luchar por amarse sin rendirse nunca. ¿Quién no tiene defectos y fallos? Su medicina es la misericordia conyugal. Darse la mano y levantarse el uno al otro. De ahí brota la confianza íntima y la alegría del amor.

Fragmento Original

“Necesitamos encontrar las palabras, las motivaciones y los testimonios que nos ayuden a tocar las fibras más íntimas de los jóvenes, allí donde son más capaces de generosidad, de compromiso, de amor e incluso de heroísmo, para invitarles a aceptar con entusiasmo y valentía el desafío del matrimonio”. (La alegría del amor, n.40)

Comentario

Los jóvenes están ávidos de amar y ser amados, de conocer historias de amor reales y exitosas, de saber que las dificultades existen, pero una vez enfrentadas y superadas, el crecimiento personal y el fortalecimiento de la pareja son muy grandes. Necesitamos mostrarles ejemplos concretos de matrimonios fieles y felices. Los medios masivos y las nuevas tecnologías son un gran instrumento para ello, además de los ejemplos concretos y cercanos.

¡Contémosles la felicidad “real” de nuestro propio matrimonio! ¡No los colorines en rosa, ni los hechos edulcorados e irreales! ¡Que vean nuestros rostros vivos, alegres, deseosos de seguir creciendo juntos, y lo vean en pleno combate por amarse en cualesquiera circunstancias!  En las buenas y en las malas.  ¡Qué experimenten que, en la lucha por amarse, pese a las heridas y derrotas –que son nuestras limitaciones y fallos–, nunca nos rendimos! Y, además, nos hacemos misericordia. Una virtud conyugal gloriosa. Consiste en darnos la mano y levantarnos entre los dos.  En esa misericordia conjunta y en sus ternuras radica el humilde reconocimiento de los errores, la confianza íntima y alegría del amor.

Temáticas: Jóvenes