Engendrar es dar vida. No sólo la física, sino la del espíritu a cada hijo. Vivir es amar y amar es vivir. Los padres enseñamos a amar. Lo hacemos, ante todo, con el ejemplo de nuestro matrimonio. Esa enseñanza no es una lágrima en la lluvia. El amor vivido cambia el mundo.
Fragmento Original
«Los esposos cristianos son mutuamente para sí, para sus hijos y para los restantes familiares, cooperadores de la gracia y testigos de la fe»Dios los llama a engendrar y a cuidar. Por eso mismo, la familia «ha sido siempre el “hospital” más cercano». Curémonos, contengámonos y estimulémonos unos a otros, y vivámoslo como parte de nuestra espiritualidad familiar. La vida en pareja es una participación en la obra fecunda de Dios, y cada uno es para el otro una permanente provocación del Espíritu. El amor de Dios se expresa «a través de las palabras vivas y concretas con que el hombre y la mujer se declaran su amor conyugal». Así, los dos son entre sí reflejos del amor divino que consuela con la palabra, la mirada, la ayuda, la caricia, el abrazo. Por eso, «querer formar una familia es animarse a ser parte del sueño de Dios, es animarse a soñar con él, es animarse a construir con él, es animarse a jugarse con él esta historia de construir un mundo donde nadie se sienta solo»(La alegría del amor, n. 321)
Comentario
Nos preguntamos cómo contribuir a mejorar la sociedad y el mundo en que vivimos. Nos parece, a veces, que somos una gota insignificante entre el océano de las masas humanas. Que esa gota se diluye anónima como una lágrima en la lluvia. No es así. Es posible colaborar con Dios en construir un mundo mejor. Pero es una tarea esforzada que nace del crecimiento interior de cada uno de los cónyuges para que, en la búsqueda de la realización de esa vocación matrimonial, se cumpla el designio de Dios. Haciendo un mejor hogar se contribuye en concreto, de un modo operativo y eficaz, a hacer mejor al mundo. La huella del amor vivido y enseñado queda en nuestros hijos, en nuestros nietos, en las familias que fundarán, de generación en generación, alcanzando a cientos de personas que no conocemos.