Amar es soñar. A lo grande. Y convertirlo juntos en nuestra realidad. Algo va mal cuando amar es un funeral.
Fragmento Original
“No es posible una familia sin soñar. Cuando en una familia se pierde la capacidad de soñar los chicos no crecen, el amor no crece, la vida se debilita y se apaga” (La alegría del amor, n. 169)
Comentario
¡Qué importante es la ilusión, la esperanza, la recreación del mundo! La fecundidad del amor conyugal es una de sus grandes dimensiones. Es tener nuestros hijos, desde luego, pero hay mucho más. La fecundidad es poner vida en todo. Y la vida es alegría, esperanza, ganas de construir lo que vale la pena.
El amor nos hace soñar, nos hace ver la realidad con los ojos del amor. Cuando no hay esta ilusión, entra la tristeza, la oscuridad, la desesperanza, la crisis en las razones de vivir. Por eso, entre esposos, es vital alimentar el amor día a día, con pequeños detalles, con gestos, sonrisas, actitudes propias de los amadores. Abonar el amor día a día, es tan necesario como el aire que respiramos y, así, no perder la esperanza de ser mejores, de realizar poco a poco la vida que soñamos para los dos y para nuestra familia.