Una santidad que no discrimina

Una santidad que no discrimina

Carlos E. Guillén

EspañolEspañol | English English

Jesús no excluye a nadie de la redención. En cada individuo hay una llamada personal de Dios Trino a la santidad. Un ofrecimiento de amor, singularizado e incondicional, con fuerza, luces y compañía muy particulares de Jesús para conseguirla. Tampoco la familia excluye a nadie de su amor.

Fragmento Original

“La Iglesia hace suyo el comportamiento del Señor Jesús que en un amor ilimitado se ofrece a todas las personas sin excepción. Con los Padres sinodales, he tomado en consideración la situación de las familias que viven la experiencia de tener en su seno a personas con tendencias homosexuales, una experiencia nada fácil ni para los padres ni para sus hijos. Por eso, deseamos ante todo reiterar que toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, procurando evitar «todo signo de discriminación injusta», y particularmente cualquier forma de agresión y violencia. Por lo que se refiere a las familias, se trata por su parte de asegurar un respetuoso acompañamiento, con el fin de que aquellos que manifiestan una tendencia homosexual puedan contar con la ayuda necesaria para comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en su vida.” (La alegría del amor, n. 250)

Comentario

Una persona con tendencias homosexuales es una persona intrínsecamente valiosa, digna de amor incondicional, que tiene derecho a que su familia lo sea de verdad con él. La familia es el seno amoroso donde, incondicional y radicalmente, lo valemos todo sin tener que acreditar nada. Solo por ser esposos, padre o madre, hijo o hija, hermano y hermana, abuelo o nieto.  Este amor incondicional al valor radical de cada persona que la compone, permite a cada familia acoger a todos sus miembros sin juzgar ni condenar, la hace construir ayudas y ser refugio afectivo, la hace acompañar caminos y reconducirlos hacia mejor luz y bondad…, en tantas situaciones difíciles, a veces dramáticas, que trae la vida.

Hace unos años el Papa Francisco respondió a una pregunta en una rueda de prensa de esta manera: “Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”. Esta respuesta tocó una fibra nerviosa importante y dio la vuelta al mundo: Dios también quiere a su lado a las personas que experimentan una atracción sexual hacia personas de su mismo sexo.

Si vemos que antes tanto costó comprender que todos estamos llamados a la santidad, ahora sigue siendo un reto comprender que un creyente sigue estando llamado a la santidad sea cual sea la tendencia sexual que experimente dentro de sí. Dios no discrimina, sino que ofrece su amor. Dios se nos da como camino, verdad y vida. También las personas con tendencia homosexuales, como no menos los heterosexuales, están llamadas a amar con pureza y limpieza de corazón. A todos, el amor exige su bondad y verdad: por tanto, no viciarlo con la codicia y lujuria de los cuerpos, con el deseo egocéntrico de usar y abusar, esclavizando el espíritu personal al tirano de la sensualidad material.

Sé que las discusiones actualmente se centran sobre cualesquiera otros puntos, menos en este, y por eso no ayudan gran cosa. Se trata de realizar plenamente la voluntad de Dios en la vida de cada uno, en sus circunstancias singulares: en eso consiste la santidad. Ojalá la familia sepa ayudar a cada uno de sus miembros a escuchar la Palabra de Jesús recogida en los Santos Evangelios. ¿Qué dice Jesús? ¿Qué te pide? ¿Por qué camino particular, personalizado, te llama a la santidad? Ahí te espera Jesús. Ahí te encontrarás con Él. Y con Él hallarás tu camino, la verdad y la vida.

Sé que mucha gente sueña con el día que se canonice y se venere en los altares a la primera persona con tendencia homosexual. No “a pesar de ser homosexual, ni porque lo sea”, sino porque siguieron a Jesús, tomando su cruz y amor, desde esa condición. Y será santo porque habrá amado con todo su corazón a Dios y al prójimo, y porque habrá entregado su vida para seguir a Jesús, lo habrá amado con obras, le habrá sido fiel y limpio de corazón, habrá luchado contra el egoísmo, habrá cumplido la voluntad de Dios, y habrá sido destinatario de su misericordia. Y según lo que se lee en este punto, la Iglesia cuenta con la familia como “iglesia doméstica” para encaminar a sus hijos de condición homosexual a la conquista de la gloria del Cielo.

Temáticas: Incondicionalidad