El pan que mejor alimenta a una familia, el vino que más la alegra, es el amor.
Fragmento Original
“El amor amable genera vínculos, cultiva los lazos, crea nuevas redes de integración, construye una trama social firme. Así se protege a sí mismo, ya que, sin sentido de pertenencia, no se puede sostener una entrega por los demás “(La alegría del amor, n. 100)
Comentario
La pertenencia a una familia no es sólo una cuestión biológica, como los individuos de una especie, sino una conquista personal. Se nace en el seno de una familia, pero se está unida a ella, en razón del amor incondicional que inmerecidamente experimentamos desde el nacimiento. El amor en familia, el darse y acogerse unos a otros, es el alimento que sostiene unidos a sus miembros.
Es un amor gratuito, porque nos lo damos gratis, sin precio. No nos compran, ni nos vendemos por dinero. Porque el amor sólo con amor se paga. Nos damos y acogemos porque así lo queremos, porque le es imposible al amor surgir de la violencia, el maltrato, las coacciones físicas y psíquicas, de cuanto ahoga la libertad interior. Nos sale de adentro porque queremos. Y porque queremos, desde nuestra libertad, lo comprometemos en vínculos, que son identidades íntimas y recíprocas de por vida: somos esposos, padres y madres, hijos, hermanos, abuelos o nietos.
El amor crece amando. Esta experiencia se vive cada día, cada año, en las familias que se quieren de veras y, les ocurra lo que sea, no se rinden. Más allá de las diferencias, las dificultades e incomprensiones, defectos y limitaciones, los miembros de una familia se mantienen unidos, cuando se saben amados y pueden entregar su amor, cuando hay en todos los esfuerzos de las correspondencias, cuando son conscientes que las personas, en su intimidad, no pueden vivir aislados, como tipos solitarios, sin ser acogidos amorosamente.
Sin ese acompañarnos y compartirnos la vida en el seno de una familia, que nos crea unos vínculos íntimos que son identidades profundas, las personas se marchitan en las soledades y los vacíos. Una de las epidemias –y dramas– de las sociedades modernas es la soledad, tristeza y vacío interior en que viven muchas gentes. Por muy diversas circunstancias –y pocas son estimables– no tienen familia, o les han abandonado, o ellos mismos la fracturaron.
Conservar vivos los lazos familiares es “el mejor negocio” de la vida. El más sabio, el más “rentable”, el más humano. Nos da las razones de vivir, que son nuestros seres queridos e íntimos. Se hace manteniendo encendidos sus amores. Vale todas las penas. El precio de las soledades es terrible. Y muy peligroso quedarse sin razones de vivir.