La personas con discapacidad agigantan el corazón de sus familias

La personas con discapacidad agigantan el corazón de sus familias

Mariana Stevenazzi

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Toda vida humana, por personal, posee un sentido singular y propio. Una valía única. Todos tenemos una misión en la vida. La de los niños con discapacidades parece ser el mostrar al mundo el inmenso valor de cada persona humana –por de pronto, la suya–, la extraordinaria belleza personal y el verdadero sentido de la incondicionalidad del amor.

Fragmento Original

“Merecen una gran admiración las familias que aceptan con amor la difícil prueba de un niño discapacitado. (…) Las personas con discapacidad son para la familia un don y una oportunidad para crecer en el amor, en la ayuda recíproca y en la unidad”. (La alegría del amor, n.47)

Comentario

No fue sino hace unos años que la vida me ha puesto cerca de algunas familias con niños de capacidades diferentes, por ejemplo, con Síndrome de Down, o con grandes dificultades motoras. Situaciones difíciles, complejas y que necesitan una atención y cuidados permanentes, mucha sensibilidad y dedicación por parte de sus familias y cercanos. Pero he podido constatar en estas familias una alegría magnánima en la entrega y el sacrificio. Allí donde otros ven dolor, ellos son reflejo de la dicha profunda que trae el vivenciar sin límites el amor incondicional. No hay otra explicación que el amor.

Los niños con discapacidades son –por un milagro paradójico y fascinante– grandes maestros del amor y sus ternuras. Ellos enseñan a amar a sus padres, a sus hermanos, a sus abuelos. Un amor gigante, verdadero, desinteresado y abnegado, incondicional, alegre y confiado. Una obra maestra de arte. Lo hacen sin palabras.  Con el latido de sus personas que asoma en su mirada, desde el fondo más profundo de sus cuerpos frágiles y discapacitados. Estos niños agigantan el corazón de sus familias.

Temáticas: Incondicionalidad