¿Qué es lo más valiente y lo que más cuesta en el amor? Perdonar.
Hay que amarse mucho para tener en el corazón aquella sincera misericordia y aquella cálida ternura de la que nace el perdón. Lo que vale, cuesta. Y lo que mucho vale, mucho cuesta. Por amor, vale la pena.
Fragmento Original
Las crisis matrimoniales frecuentemente “se afrontan de un modo superficial y sin la valentía de la paciencia, del diálogo sincero, del perdón recíproco, de la reconciliación y también del sacrificio.” (La alegría del amor, n.41)
Comentario
¡Qué levante la mano quien no tenga defectos, limitaciones, errores y fallos! Los tenemos al amar a nuestros seres queridos. Y, pese a esos defectos, es verdad que les amamos. No nos es difícil reconocerlo. Salvo que seamos unos necios engreídos, tan vacíos como soberbios. Nos cuesta más aceptar que también nuestros seres queridos tienen defectos y fallos al amarnos. También ellos son humanos, aunque les exigimos que sean perfectos.
Si reconocemos que, casi sin darnos cuenta y sin malicia expresa, tenemos dentro esa doble vara de medir, no sólo comprenderemos la esencial necesidad de la humildad –y su poder de comprensión– al amar y ser amado, sino que nos gustará ser humildes, tiernos y misericordiosos con nuestros seres queridos, con sus defectos y limitaciones. Habremos aprendido a perdonar… y, en consecuencia, a ser perdonados. Y algo más: Habremos aprendido a amar más y mejor, con mayor realismo y profundidad.
Todos tenemos experiencia de que lo que vale cuesta, el amor que vale tanto también requiere de esfuerzos –a veces heroicos–, para cultivarlo, protegerlo y saber perdonar, entrando con generosidad al diálogo sincero y a la reconciliación. Las crisis se definen como “carencia de recursos para afrontar situaciones nuevas”, justo por eso las crisis son oportunidades para “incrementar esos recursos”: la generosidad, el respeto, la misericordia con el otro, para darle una nueva oportunidad, para ayudarse mutuamente.