La reconciliación del matrimonio

La reconciliación del matrimonio

Carlos E. Guillén

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¡Qué levante la mano quien, en la historia de su matrimonio, esté libre de faltas, defectos, errores y pecados!  Hay solución y muy eficaz. Pide perdón y corrígete. Con corazón sincero. El futuro volverá a abrirse. ¡Estás a tiempo!

Fragmento Original

“Nunca hay que olvidar la propuesta de la Reconciliación sacramental, que permite colocar los pecados y los errores de la vida pasada, y de la misma relación, bajo el influjo del perdón misericordioso de Dios y de su fuerza sanadora.” (La alegría del amor, n. 211)

Comentario

Estás en peligro si te consideras perfecto, si no admites ningún fallo, si te revuelves como escorpión cuando se quejan de tus conductas inadecuadas y dañinas. ¿En peligro de qué? De ser un soberbio arrogante, de no soportar verte realmente, de auto engañarte, de exigir a los demás que sean ciegos, sumisos y necios. Así no amarás a nadie salvo a ti mismo. Y tu sentencia será la soledad.

Cuando alguien, poniéndose delante de Dios, dice una y otra vez “que no tiene ningún pecado de qué arrepentirse”, lo que padece es aquella triste pérdida del sentido del pecado de la que tanto nos han hablado los últimos Papas y que, como la experiencia demuestra, desemboca en una actitud tóxica, cínica, hacia el propio cónyuge y los hijos, a los que el soberbio y narcisista tiende a trasladar las culpas siempre y de todo.

Sólo Dios puede curar el espíritu humano de las heridas del pecado. Y sólo Dios puede abrir la puerta del corazón más cerrado e iluminar la conciencia más oscurecida. ¡Cuánto necesitamos de su perdón y de su misericordia! ¡Cuánto lo necesitan las familias!

Nada restaura una devastación familiar sino sólo el arrepentimiento sincero, la solicitud de perdón y la comprometida voluntad de cambio. Da su tiempo a las víctimas, porque no es lo mismo apuñalar que cicatrizar. El herido titubea ante tu arrepentimiento. ¿Es de verdad o no? Tus amados desean creerte. Dales confianza y seguridad. Persevera en dárselo. No aflojes ante sus dudas. Cuando el que hizo mal se nos presenta arrepentido de veras, contrito por el dolor causado, dispuesto a curar heridas, el amor hace milagros: se reenciende, aspira esperanza, vuelve a creer. El hogar reverdece. Dios Omnipotente, será tu “cómplice”. Le encantan la misericordia, el perdón, y las reconciliaciones. Nunca es tarde. Estás a tiempo. Vale la pena. Mejor…, vale todas tus penas.

Temáticas: Perdón