Amar no es una fórmula mágica

Amar no es una fórmula mágica

Rosario García Naranjo

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El rencor hace que aguas turbias se estanquen en nuestro corazón. El perdón hace correr aguas limpias.

Fragmento Original

“Si permitimos que un mal sentimiento penetre en nuestras entrañas, dejamos lugar a ese rencor que se añeja en el corazón (…) Lo contrario es el perdón, un perdón que se fundamenta en una actitud positiva, que intenta comprender la debilidad ajena y trata de buscarle excusas a la otra persona …” (La alegría del amor, n.105)

Comentario

El rencor es un carcelero que nos encierra en una cloaca tenebrosa: el resentimiento, la venganza, las furias, el desasosiego interno, las malas y vergonzosas intenciones, las flores del odio. Uno pierde su libertad y su paz interiores. Un diabólico suicidio, porque estás muerto en vida.

Jorge nunca simpatizó con Antonio. Desde que se conocieron. La antipatía comenzó cuando Antonio le hizo una broma pesada. Jorge nunca la olvidó. Cada vez que iba a una reunión en la que sabía que también estaría Antonio, la antipatía afloraba por lo menos desde una semana antes. Quejas y quejas sobre Antonio, hablar y hablar otra vez sobre lo que Antonio le hizo. Ángela, la esposa de Jorge decidió terminar con estos malos recuerdos y le propuso una estrategia: “Todo comenzó con una antipatía, con una molestia que tu orgullo hace que vuelvan y vuelvan a tus pensamientos. Conforme piensas y piensas en el mismo tema, la molestia o la antipatía se van agrandando y lo que comenzó como una emoción del momento se convierte en un sentimiento de fastidio hacia la persona que lo causó, en este caso, Antonio. Si bien el comienzo puede ser el mismo –una antipatía, una molestia-, no podemos negar lo que ocurrió, el final puede ser distinto. Y puede ser distinto si en lugar de volver a pensar con fastidio, cambias la actitud interior y miras a Jorge con comprensión, restando importancia a lo ocurrido, perdonando … y volviendo a empezar acogiéndole en tu corazón.”

En estos casos hay una lección. Amar no es una fórmula de magia infalible y mecánica. Es decir, no amamos porque así se nos resolverán todos los problemas, desaparecerán todas las molestias, y seremos felices en la vida, como en los cuentos infantiles. Si te pones a amar pensando en esas utilidades, estás perdido y tú “amor” te decepcionará, al no conseguir tus propósitos de infantil felicidad, y persistir las molestias y durezas de la vida. El amor no es el milagroso ungüento amarillo que todo lo cura. Simplemente es otro universo.  Si amas serás más verdadero y bueno, crecerás como persona, verás la realidad “real” de ti mismo, de los demás y de la vida, sin los engaños del egocentrismo. Y la vida, con sus dolores y durezas, no te vencerá convirtiéndote en un zombi, en un muerto viviente, vacío, triste y solitario. Además, donde pongas amor… tus amados recibirán aliento de vida y de esperanza, calidez y acogida, comprensión y compañía. ¿Cómo así? Pues porque el amar te habrá hecho ser, a ti mismo, esos bienes vivos y vivificantes. No es poca pesca. Más bien milagrosa.

Temáticas: Perdón