La fuerza de la mujer en el amor conyugal

La fuerza de la mujer en el amor conyugal

Mariela Briceño

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Con mi amor de mujer, esposa y madre alumbro a mi hombre, el mejor marido y padre que lleva adentro. Este es el poderío femenino en el amor conyugal.

Fragmento Original

“Dios pone al padre en la familia para que, con las características valiosas de su masculinidad, <<sea cercano a la esposa, para compartir todo, alegrías y dolores, cansancios y esperanzas.>> (…) No es bueno que los hijos se queden sin padres y así dejen de ser niños antes de tiempo” (La alegría de amor, n. 177)

Comentario

La verdadera y real paternidad debe ser rescatada. Es el amor de la mujer, como esposa y madre, el que tiene ese poderío. Sin esa presencia y acción femenina, nuestros hombres andan perdidos, confusos, empobrecidos a la hora de ser los mejores maridos y padres que podrían ser. Sin el amor de la mujer, una familia no crece, más bien se descompone o no llega ni a nacer.

Hoy vemos muchas madres solteras y varones que no asumen la responsabilidad de su posible fecundidad. Es preocupante ver las consecuencias de niños y niñas sin protección paternal. Algunos padres se sienten inútiles e innecesarios en el hogar, pero allí es donde la esposa madre debe abrirle la “puerta” y permitir y enseñar a entrar en la vida de sus hijos. Los hijos necesitan al padre cuando regresan de sus fracasos, cuando tienen miedo, cuando están angustiados, cuando vuelven a encontrar su camino, necesitan a un padre presente siempre. Pero es la esposa y madre, por su inmediatez con los hijos desde que los concibió en su seno y los alumbró, quien abre espacio, enseña y deja ser al padre con los hijos.

En el “parto” materno de la paternidad, uno de los milagros mayores es que la mujer, en cuanto esposa y madre, sepa enseñar a los hijos el respeto a la autoridad del padre.

Temáticas: Paternidad