La alegría de amarnos “vale la pena”. Todas. Es invencible.
Fragmento Original
“La alegría del amor…” (Título de la Exhortación A. del Papa Francisco, n.1)
Comentario
Muchas personas me han confiado, en consulta, sus vidas íntimas, las historias de sus familias. Sufrían conflictos, enfrentamientos, desamores. Es una gran verdad que en toda crisis familiar se esconde una gran luz. Es una luz sobre lo que se ha perdido y sobre los pasos equivocados que llevaron al abismo. Pero es una luz escondida bajo los escombros. Escombros que somos nosotros mismos en nuestros desamores, cuya limpieza escuece mucho, porque supone una poda de nuestras actitudes y conductas. Y ¿qué hay en esa poderosa luz “escondida” en los desamores? Hay, a la contra, el descubrimiento de lo que “hubiera debido ser” amarse bueno y de veras. El enfermo descubre el valor y los síntomas de la salud perdida.
Uno comprende que amar es la Vida del vivir. Que consentirse los pasos hacia el desamor es exponerse a quedar muerto en vida. El amarse, sin rendirse, contiene una alegría íntima que, como fuente de “agua viva”, es capaz de manar por debajo de cualquier circunstancia. Las buenas y las malas, la fortuna o la desgracia, la salud o la enfermedad, lo fácil y lo duro. Nos da el milagro de sufrir sin amargarnos, de sacrificarnos sin desanimarnos, de navegar las tormentas de la vida sin desesperar, de resistir sin abatirse y claudicar, de tener “una alegría de fondo” en medio de los asedios, los problemas, las fallas y los defectos.
¿Cómo explicar la paz y libertad interior, por ejemplo, del marido y padre, enfermo grave, con su cuerpo dolorido y su pronóstico incierto… y, pese a todo ello, tiene el poder de sonreír a su esposa, a sus hijos, de aliviarles la angustia?, ¿cómo explicarnos la esperanza sin desaliento de la madre, cuyo amor persiste fiel y vivo, ante la deriva perdida de un hijo, tal vez atrapado en el alcoholismo o la drogadicción?, ¿la serenidad sin odios y la capacidad de lucha, sin rendirse, del padre de familia ante el brutal impacto de un despido laboral?
Cuando todo parece agrietarse afuera, quienes se aman “se tienen unos a otros”. Y ese amor es un principio de vida: una fuente de alegría, de esperanza y de fe que apacigua las aguas turbulentas y serena el fondo de las almas. Quienes se aman jamás son vencidos por la angustia y el absurdo existencial. La alegría de amarse les “valen todas las penas”. Sufren dolores, pero no desesperaciones. De manera que uno de los primeros síntomas del desamor es la pérdida de la “alegría de amarnos” y su sustitución por la amargura y la tristeza interiores.
¡Estamos a tiempo, todavía! ¡No perdamos ese tiempo! Darnos de nuevo unos a otros la alegría de amarnos vale la pena. Todas las penas. Sobre todo entre esposos. Su unión de amor, si irradia vida, calor y alegría, caldea el hogar y vivifica todos los amores familiares.