La fidelidad es la verdad del amor en el tiempo. Se vive día a día. Se renueva cada día.
Fragmento Original
“Los esposos asumen el desafío y el anhelo de envejecer y desgastarse juntos y así reflejan la fidelidad de Dios… Pero esto no tendría sentido espiritual si se tratara sólo de una ley vivida con resignación… Cada mañana, al levantarse, se vuelve a tomar ante Dios esta decisión de fidelidad, pase lo que pase a lo largo de la jornada. Y cada uno, cuando va a dormir, espera levantarse para continuar esta aventura, confiando en la ayuda del Señor. Así, cada cónyuge es para el otro signo e instrumento de la cercanía del Señor, que no nos deja solos” (La alegría del amor, n. 319).
Comentario
La conciencia de que éste es tu camino de santificación –con el nombre y apellido de tu cónyuge y de tus hijos–, tu compromiso vocacional con Dios, se tiene que renovar cada mañana. Los días del matrimonio y de la familia no se pueden vivir distraídos del sentido que tienen cara a Dios y a nuestro destino eterno. El “sí” de la boda hay que vivirlo a diario, desde temprano, por adelantado para el día. Y al terminar el día, el amor será joven si hay esa espera del día siguiente, para seguir amando.
Esposo y esposa: ¡sois signo de la fidelidad de Dios en la familia y para todo el mundo! ¡qué enorme misión! Representáis el amor y la fidelidad de “la familia de la Trinidad”. Y tenéis toda su ayuda.