María es el seno de todos los amores humanos.
Que la Virgen María se nos haya dado como Madre nuestra no son palabras bonitas que se lleva el viento. No es un abstracto genérico y anónimo. Tampoco lirismo de ficción, tan sentimental pero irreal, como una ópera o un musical. Su corazón de madre es un misterio real, insondable e inagotable, en el que el verbo que conjuga ahora mismo y siempre es el universo afectivo del amor y sus ternuras…. también para cada uno de nosotros en particular. Ella, al concebir a Jesús, se hace madre de todos los amores humanos y de sus amadores en particular. ¿Por qué? Porque es hija del Padre, madre del Hijo y esposa del Espíritu Santo. El mayor y más completo amor de la Trinidad sobre un ser humano y, además, mujer.
Fragmento Original
“En el tesoro del corazón de María están también todos los acontecimientos de cada una de nuestras familias” (La alegría del amor, n. 30)
Comentario
Es un hondo consuelo saber que la Virgen, como “la” Madre entre todas las madres, tiene en su corazón “sitio” para cada uno de nosotros. “Sitio” es pobre palabra para decir que conociéndonos y queriéndonos como singulares esposos, padres, madres, hijos, abuelos…, la Madre de Dios tiene en su corazón “un espacio y un tiempo” exclusivo para cada uno de nosotros y nuestras circunstancias vitales.
Cuando la llamamos “Madre nuestra” estamos afirmando su inigualable mirada materna sobre cada uno de nosotros. Tal vez no hemos caído en esta colosal y fascinante presencia que es su compañía, su consuelo, su ayuda y su preocupación, en particular y singular, por cada uno de nosotros. También para cada familia nuestra, por supuesto en particular, pues nos conoce y ama como esposos, padres, madres e hijos “en concreto”. La Virgen María no es la idea de una maternidad abstracta, conceptual o doctrinal. Por decirlo con propiedad, cada uno de nosotros puede irse a su presencia y decir en verdad y en vivo: “Mamá mía”. Y, con no menos propiedad, puede llamarla así cada familia: “Mamá nuestra”.
Todos tenemos experiencia de haber sido niños y haber corrido al regazo de nuestra madre con problemas que nos parecían inmensos, y sin saber cómo… los resolvía y nos volvía a levantar. María, que está siempre a nuestro lado, y permanece fiel a la espera cuando la olvidamos y abandonamos, sabe de nuestros amores, de nuestros afanes, de nuestras preocupaciones y luchas diarias. Parece “inteligente” cobijar esperanzas y desánimos, gozos y penas, una y otra vez, al amparo de su regazo…