Una sociedad justa les debe a las familias los bienes y recursos para una vida digna. Con ello no hace sino corresponder, en menor medida, a las funciones sociales estratégicas que la familia cumple a favor de la sociedad. Basta con pensar en la generación y educación de los hijos, los nuevos ciudadanos, que son quienes aseguran que esa sociedad tenga futuro.
Fragmento Original
“El trabajo hace posible al mismo tiempo el desarrollo de la sociedad, el sostenimiento de la familia y también su estabilidad y fecundidad. (…)” (La alegría del amor, n. 24)
Comentario
El trabajo es una realidad humana muy profunda y con muchas dimensiones. No es sólo un factor económico de índole individual. La familia tiene derecho a un trabajo digno y justamente retribuido para sus miembros adultos y activos. Un trabajo, además, cuya organización y ejecución haya pensado en las necesidades de tiempo y espacios para los principales responsables de una familia: los esposos, como pareja, y como padres y madres. Porque sin familias, que cumplen sus funciones sociales estratégicas y aseguran el recambio generacional -de las que se beneficia la entera sociedad, incluyendo a los ciudadanos sin familia propia, – desaparecerían en pocas décadas las empresas, los beneficios, los mercados, las instituciones y la misma sociedad.
Sin recambio generacional, cualquier sociedad decae y desaparece. Alguien se ocupa de engendrar hijos, criarlos, cuidar su crecimiento, educarlos y aportarlos a la sociedad. Ese alguien, es obvio, no es el azar, ni el Estado, ni empresa mercantil ninguna. Ese alguien son las familias. Además, en el cumplimiento de las varias funciones sociales, las familias son un principal sujeto de consumo y de creación de empresas y puestos de trabajo.
El trabajo consume muchas horas al día y por ello es deseable que podamos sentirnos realizados con nuestra actividad laboral. Algunas veces nos ocurre que esa realización implica una ausencia del hogar más prolongada. Cuán importante es entonces el diálogo entre los esposos para aceptar los nuevos desafíos que se imponen a la familia. Cuán importante es que quien queda en el hogar sea un soporte que mitigue la ausencia física ante los hijos y que sea compañía fiel del ser amado.
El modelo económico y empresarial no puede vivir indiferente, de espaldas o incluso en contra, del facilitar la conciliación entre el trabajo y la vida familiar. No puede obligar a los padres a ser héroes y mártires. Hay una responsabilidad familiar que compete asumir a la empresas, al modelo económico, y al Estado.