El amor, bueno y verdadero, es vida, no muerte

El amor, bueno y verdadero, es vida, no muerte

María Laura Malespina

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El amor, el bueno y verdadero, es vida, no muerte. Las soledades, la desesperación, las tristezas, la pérdida de las razones del vivir no vienen del amor, sino de su ausencia.

Fragmento Original

“La eutanasia y el suicidio asistido son graves amenazas para la familia de todo el mundo. (…)” (La alegría del amor, n. 48)

Comentario

Los abandonos y soledades, las tristezas y depresiones, la pérdida del sentido de la vida ponen de relieve uno de los grandes dramas de las sociedades modernas: la vida marginada, en soledad y abandono, de muchos ancianos.  La precariedad y la dependencia son circunstancias profundamente humanas. De acuerdo. Pero también, sin duda, la solución a estos dramas, incluida su prevención, la tienen las familias. Una familia, que se ama, no abandona a sus ancianos, a sus discapacitados, a sus miembros más frágiles. Sin rendirse, busca las soluciones factibles más adecuadas, dignas, y que conlleven cuidados, atención y compañía amorosa. Y en lo que les corresponda, se lo exige a los poderes públicos y al modelo de sociedad.

El amor hace ese milagro, que no existe en las especies animales, y nos da las fortalezas necesarias, que son muchas y son virtudes. Si creemos que la ancianidad enferma y nada útil justifica acabar con la vida, además de no comprender la dignidad innata e inviolable de cada persona humana, más allá de sus utilidades, habríamos perdido lo más importante: seríamos seres incapaces de amar y, por eso mismo, en caída libre al abismo de la deshumanización.