Familia: Historias de la misericordia del amor

Familia: Historias de la misericordia del amor

Susana Mosquera

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Una familia no es un árbol sin raíces. Una hoja al viento.  Un hotel cuyos huéspedes son aves de paso.  Una familia es un hogar compuesto de historias de amor –con sus raíces, tronco y ramas- que conforman la identidad viva de sus miembros. Somos estos esposos, padres y madres, estos hijos y hermanos, estos nietos y abuelos.

Somos estas historias de amor y el recuerdo de nuestra vida compartida. Esos recuerdos son personas: los padres, los abuelos y antepasados.  También del ser hermanos y nietos. La memoria viva, en familia, de sus vidas y sus amores es el vínculo vivo que une las generaciones del pasado con las del porvenir.

Fragmento Original

“La ausencia de memoria histórica es un serio defecto de nuestra sociedad. Es la mentalidad inmadura del “ya fue”. Conocer y poder tomar posición frente a los acontecimientos pasados es la única posibilidad de construir un futuro con sentido. (…) Las narraciones de los ancianos hacen mucho bien a los niños y jóvenes, ya que los conectan con la historia vivida tanto de la familia como del barrio y del país. Una familia que no respeta y atiende a sus abuelos, que son su memoria viva, es una familia desintegrada; pero una familia que recuerda es una familia con porvenir”.  (La alegría del amor, n. 193)

Comentario

La familia se construye desde una raíz que se hunde en la tierra, que son los antepasados, los que ya no están, pero han dejado su huella en nosotros. Olvidarles es diluir quienes somos, de dónde venimos. Puede ser un error que nos lleve a la impostura, a crearnos un pasado alternativo que nunca existió, y a falsear nuestra personalidad. Esa falsedad puede convertirse en un grave entorpecimiento dentro del matrimonio, pues quien no sabe mostrar, esconde o falsea sus raíces pone arenas movedizas en la creación de aquella confianza íntima, que es fundamental entre los esposos, y que solamente surge de ser sinceros y verdaderos entre sí.

Conocer nuestra historia ayuda a conocernos a nosotros mismos. Que los abuelos, grandes contadores de historias porque las han vivido, desempeñen un papel importante transmitiéndolas a los más jóvenes. Hay que potenciar espacios de acercamiento de la familia, espacios para compartir esas anécdotas y acontecimientos –felices o amargos– que marcan la identidad de los miembros de la familia. Buenas, regulares o malas son las lecciones vivas de nuestro pasado.

La conversación directa, sin distracciones electrónicas, entre ancianos y jóvenes, permite conocer y preguntar directamente, y genera en ese joven su sentimiento de pertenencia al grupo familiar. Aprovechemos una reunión familiar para sacar el álbum de fotos antiguas, o incluso mejor, hagamos un mural de fotos familiares cual árbol genealógico, que genere en los jóvenes la necesidad de preguntar quiénes son los rostros protagonistas de esas historias.

Aprovechemos la experiencia de los mayores para fortalecer las virtudes de los más jóvenes. Los abuelos, con su testimonio de lucha por amar o de corregirse reconociendo sus errores y malos pasos, son maestros en sembrar esas lecciones en interior de sus nietos. Especialmente en una época en la que las vivencias son inmediatas, el cambio contante y efímero, y la ansiedad por llegar el primero puede hacernos olvidar a dónde queremos dirigirnos realmente. Apoyarse en los mayores para no perder el norte.

Una familia sin raíces, que son personas concretas, no es un árbol resistente, sino una hoja al viento.

Temáticas: Abuelos y nietos