Una decisión de compromiso

Una decisión de compromiso

Gloria Huarcaya

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¿Construirías tu casa sobre arenas movedizas? Si quieres un matrimonio sólido no lo fundes sobre lo que “te pasa y se pasa”.

Fragmento Original

“Nada es más volátil, precario e imprevisible que el deseo, y nunca hay que alentar una decisión de contraer matrimonio si no se han ahondado otras motivaciones que otorguen a ese compromiso posibilidades reales de estabilidad” (La alegría del amor, n. 209)

Comentario

La unión íntima y de por vida entre marido y mujer no se puede fundar sobre pulsiones pasajeras, sobre el deseo romántico o la atracción sexual. Si bien la etapa del enamoramiento es encantadora, por el encuentro de dos intimidades, el exceso de emotividad y sensualidad, puede nublar el juicio sobre la decisión de casarse.

En la fiesta de la boda se celebra la transformación de los novios en unión íntima de vida y amor Es un nuevo modo de ser. Ya no son dos, cada uno dueño por separado de sí. Ahora son como uno solo, sin anular sus individualidades. Esa unión los hace convertirse en un único “nosotros” en su nuevo destino. Y esta unión es la más profunda, la de amor más íntimo, la que da vida a los hijos, el núcleo firme de un hogar cálido, fuerte y estable.

La alianza conyugal, que es el centro de una boda, es una decisión conjunta, libre e incondicional por la que el varón y la mujer se entregan y acogen entre sí de manera fiel y para siempre.

Esa conjunta voluntad fundadora, que manifiestan en la boda, es una expresión máxima del darse y acogerse entre sí en fidelidad para toda la vida. Es un acto de amor superior. Por ser amor ha de estar libre de condiciones, intereses o provechos económicos, miedos y coacciones, errores severos y simulaciones. Por ser unión de amor, ambos esposos reúnen su futuro individual en un único porvenir conjunto, en todo lo que venga: la salud y la enfermedad, la pobreza y la riqueza, las cosas gratas, las difíciles y sacrificadas.

Esta manera tan profunda y definitiva de unirse no puede asentarse en arenas movedizas, en motivos pasajeros, en impulsos de corta duración, en espejismos imaginarios. Necesita una consciente y madura voluntad, en ambos cónyuges, de convertirse en unión completa, pero también el compromiso de conservar la unión, de hacerla crecer, y restaurarla –cada día si hace falta– de rutinas, heridas y riesgos de desunión. Por eso, un matrimonio no termina con la boda, allí comienza.

Temáticas: Enamoramiento