Matrimonio, espacio para Dios

Matrimonio, espacio para Dios

Carlos E. Guillén

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El amor conyugal es exclusivo, pero no posesivo. No apropia, ni ahoga la libertad interior de cada cónyuge. La cuida, la respeta y la protege.

Fragmento Original

“Hay un punto donde el amor de la pareja alcanza su mayor liberación y se convierte en un espacio de sana autonomía: cuando cada uno descubre que el otro no es suyo, sino que tiene un dueño mucho más importante, su único Señor… El espacio exclusivo que cada uno de los cónyuges reserva a su trato solitario con Dios, no sólo permite sanar las heridas de la convivencia, sino que posibilita encontrar en el amor de Dios el sentido de la propia existencia. Necesitamos invocar cada día la acción del Espíritu para que esta libertad interior sea posible” (La alegría del amor, n. 320)

Comentario

No ama bien quien necesita dominar, someter, apropiarse del otro cónyuge. Eso no es amor, sino dominación del que cree ser amo de un siervo, dueño de una propiedad. Una cosa es que el amor conyugal sea exclusivo, y otra que sea posesivo. El amor que santifica –el verdadero amor– está más bien lleno de libertad, rectitud y humildad. Darse cuenta de eso y buscar respetarlo ayuda mucho a avanzar espiritualmente. A medida en que uno trata más a Dios se da cuenta de lo que resalta el Papa: amar es darse y acoger; nunca dominar y someter. La vida espiritual bien vivida, ayuda al amor conyugal, lo ennoblece, pone cada cosa en su sitio, combate el egoísmo y la soberbia. Es un combate espiritual, y por eso santifica.

Temáticas: Exclusividad