La imagen y semejanza de Dios Trinidad impresa en la humanidad, desde “el principio” hasta hoy, es la familia fundada sobre la unión conyugal.
Fragmento Original
“En ese texto inicial de la Biblia brillan algunas afirmaciones decisivas. La primera, citada sintéticamente por Jesús, declara: “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó” (Gen 1, 27; La alegría del amor, n.10). “La pareja que ama y genera la vida es la verdadera escultura viviente…, capaz de manifestar al Dios creador y salvador… El Dios Trinidad es comunión de amor, y la familia es su reflejo viviente… (Y se añade citando a Juan Pablo II) “Nuestro Dios, en su misterio más íntimo, no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva en sí mismo paternidad, filiación y la esencia de la familia que es el amor. Este amor, en la familia divina, es el Espíritu Santo”. (La alegría del amor, n.11).
Comentario
La entraña de todo ser humano, la de cada uno de nosotros, no está hecha de soledad, sino de compañía íntima. Somos seres familiares. Cuanto más se aman un hombre y una mujer, unen y generan la vida humana, más se parecen a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Conocemos más cómo es Dios en su intimidad cuando le llamamos Padre, o Hijo, o Espíritu Santo, que cuando simplemente decimos Dios, pensando en su eternidad o en su omnipotencia.
¡Ojalá esta imagen de Dios Trino impresa en la sexualidad humana, en que seamos varones y mujeres, en que podamos unirnos en la íntima comunión del matrimonio, en que seamos padres y madres de nuestros hijos, en la vocación de que construir y conservar un hogar amoroso, cálido y tierno… se nos hubiera explicado mejor, desde el principio de nuestra educación, con sencillez, con claridad, sin demasiados escrúpulos ni menosprecios, con la alegría del amor entre personas! Nos habríamos evitado muchas pobrezas y errores sobre la sexualidad, el matrimonio y la familia. A veces tan mal presentadas, no a imagen de Dios Trino sino a semejanza de los animales, como simple forma de perpetuación de la especie humana y como encubiertas estructuras de intereses patriarcales, culturales y económicos de las cambiantes sociedades humanas.
La familia, fundada sobre la unión de amor conyugal, no pertenece al mundo de las especies, sino al universo de las personas. Su imagen y semejanza es, nada menos, que Dios mismo en su intimidad: su eterno amor y unión entre Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y esa forma de ser y de vivir en comunión íntima de amor y de vida, la de Dios Trino, es la esencia de la vocación que, en familia, intentamos ser y vivir los esposos, padres y madres, con nuestros hijos.