¿Una pareja te dura menos que tu automóvil? Dices que me amas, pero no quieres comprometerte públicamente. ¿Por qué no declaramos que queremos amarnos fielmente, toda nuestra vida, tener nuestros hijos y darles hogar y familia? ¿No nos atrevemos porque… es mentira en todo o en parte? Podríamos estar sufriendo el síndrome del automóvil.
Fragmento Original
“La decisión de dar al matrimonio una configuración visible en la sociedad, con unos determinados compromisos, manifiesta su relevancia: muestra la seriedad de la identificación con el otro, indica una superación del individualismo adolescente, y expresa la firme opción de pertenecerse el uno al otro.” (La alegría del amor, n. 131)
Comentario
He oído a algunas personas decir que la celebración del matrimonio es una mera formalidad, innecesaria y sin sentido, y que se puede optar por otro tipo de unión sin que la relación se vea perjudicada, como es el caso cada vez más frecuente de la cohabitación.
A veces creo que esta actitud puede reflejar una forma de ver el amor como un sentimiento o una emoción, que basta con que nos sintamos bien ahora para creer que durará para siempre. Que no es necesario decir frente a otras personas que nos amamos y será así en las buenas y en las malas, con salud y enfermedad, en la riqueza y la pobreza, cada día de nuestras vidas.
Nos hace falta entender que dar un sí de forma pública, frente a unos testigos y abierto a la sociedad no es una formalidad innecesaria, sino que manifiesta la decisión firme y el compromiso de querer amar siempre a esa persona y, por eso, fundar entre ambos un ser nuestra unión de amor.
Solamente los sentimientos, en tanto volubles, no son el mejor cimiento. Sin base firme, van y vienen y se van sin volver, porque las voluntades de la pareja no se comprometieron a conservarlos, hacerlos crecer y a restaurarlos de cansancios y heridas. Esa voluntad es el querer querernos, el cimiento voluntario que garantiza la unión frente al capricho emocional, el vínculo de nuestra fidelidad aun cuando los sentimientos y las emociones no nos acompañen en las pruebas, en situaciones difíciles, cuando hay que abnegarse uno a favor del otro.
Al no comprender o al rechazar este compromiso –ante sí mismos, ante la sociedad y ante Dios–, se explica el dato estadístico y de experiencia. Esas relaciones sin compromiso son altamente efímeras. Esas parejas, aunque convivan como marido y mujer, duran mucho menos que los matrimonios. Esa es la estadística. Por algo será.





