Ten fe en el amor. Confía en su poder. Sea cual sea la prueba, amar siempre te construye. El corazón duro, egoísta, que sólo mira para sí mismo… te vacía y te destruye.
Fragmento Original
“…`refiriéndose al designio primigenio sobre el hombre y la mujer, reafirma la unión indisoluble entre ellos, si bien diciendo que `por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no era así (Mt 19,8). La indisolubilidad del matrimonio –`lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre` (Mt 19,6)– no hay que entenderla ante todo como un `yugo´ impuesto a los hombres sino como un don´ hecho a las personas unidas en matrimonio” (La alegría del amor, n.62).
Comentario
No podría contar las veces que, por mi profesión, me han preguntado ¿por qué el matrimonio es indisoluble? Se me pedía una demostración racional, es decir, una argumentación que, encadenando ideas y conclusiones, venciera las dudas de la razón. O una fórmula mágica, inesperada pero fulminante, que solucionase las dificultades, perplejidades y desamores de la vida en pareja.
Pero si uno desea “abrir” la razón y quiere “entender” con el corazón y, sobre todo, con la vida vivida ese “para toda la vida entre uno y una”, tiene que hacer tres cosas, antes de buscar argumentos doctrinales vencedores. ¿Por qué? Porque el amor crea una forma de entender, sentir y vivir. La más real.
El primer consejo es identificar bien la fuente de la respuesta: ¿dónde se nos hace clara la indisolubilidad y dónde de oscura? Hay que buscar adentro, en el interior de nuestro espíritu. Donde late el corazón tierno, en vez del de piedra y duro. No afuera, en las leyes, costumbres y usos sociales. El “para toda la vida entre uno y una” es un don del amor verdadero, no una imposición de las leyes, por muy conveniente que ese yugo fuera. ¡Sitúate como amador, no como ciudadano!
Si logras ponerte en la escena interna del amar, la segunda cosa a hacer es examinarse, con sincera honradez, cómo de “duro” –egoísta, encerrado, e inclinado a buscarse la propia satisfacción e interés– tienes tu “corazón”; es decir, tu espíritu y tus intenciones. Porque si uno es siempre su propio predilecto –si a quien amas más es a ti mismo–, entonces los demás –tu cónyuge, tus hijos, padres, hermanos, amigos, colegas…– te serán tarde o temprano un estorbo, una carga, tipos poco útiles, impedimentos para tus deseos. Gente de la que “librarte”. Y más, teniendo en cuenta las limitaciones, defectos y otros inconvenientes que “los demás” tienen y hay que soportar. A ellos, los más o menos próximos, acabarás viéndolos como “tu infierno”.
En cambio, si tienes un corazón tierno, cálido, abierto a preferir a los demás al menos como a ti mismo y, tal vez más, si les amas, entonces tu manera de ver, sentir y vivir –tu actitud y conductas– cambiarán radicalmente.
Si posees el corazón y la mirada del amor, entonces, en tercer lugar, te será fácil comprender que el don de ti mismo y la acogida adentro de ti en favor de tus amados, solicitan ser enteros y sinceros para ser amores verdaderos. Entero quiere decir que te das y les acoges en toda la profundidad y duración de cada singular persona. Tanto la tuya como la suya duran todas sus vidas. No una temporada, un fragmento del otro mientras te es útil y te satisface. Sincero significa que no falseas, ni mientes, ni usas y abusas, ni retuerces esa totalidad de entrega y acogida a tus amados. Sincero significa ser leal y fiel, no un traidor. Podrás tener, como todo hijo de madre, defectos y limitaciones, algunas muy grandes, pero esas pobrezas no te impiden ser sincero, honesto y honrado cuando te das y cuando acoges a tus amados.
Si tu corazón ama de veras, entonces entiendes que amas la vida “entera” de tus predilectos y que, además, también así deseas ser amado por ellos…, si es que te quieren de verdad. Porque tú, como ellos, eres la misma persona humana, ese varón o esa mujer, todas las edades de tu vida. La llamada “indisolubilidad” –el poder decir “yo soy quien te ama ahora y mañana y siempre, en fidelidad exclusiva, porque me he dado y te acojo por entero”– se entiende desde el amor auténtico. Fuera del amar, el darse y acoger entero y sincero para toda la vida… resulta un pésimo negocio para el egoísta de corazón duro.
Si no amas, no entenderás nada. Cuánto más amas, más entiendes. Veras las pruebas y dificultades como oportunidades de crecer, no como derrotas y fracasos sin esperanzas. La medida de tu amor ilumina la indisolubilidad y su fidelidad. Tu amor –como dijo san Agustín– es tu peso. En conclusión: lo que es el amor conyugal, y sus propiedades de uno con una y para toda la vida, solamente se comprenden desde el mismo amar.